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Sottovoce como adverbio italiano, significa 'en voz baja' y lo usamos para indicar que algo se dice o hace con disimulo. Es lo que sucede desde hace meses con la 'reduflación' (nueva palabra en la jerga económica o 'mix' entre reducción e inflación - disparada al ... 9,8% no vista en 4 décadas -) como fenómeno cotidiano en estos años 20.
La 'reduflación' está por todas partes: desde ese producto envasado que compramos que contiene algo menos de cantidad de lo habitual pero que cuesta lo mismo (o incluso más) hasta ese servicio que cubre 'algo menos' de lo habitual si vamos a su letra pequeña. ¿Acaso muchas de las reducciones de envase o cobertura de servicios actuales se acompañan de bajadas de precios? y ¿si así fuese se hacen de modo proporcional a la reducción de contenido? son preguntas o 'mensajes en la botella' sin respuesta alguna.
La clave está en cómo se juega con la cantidad y precio, para así crearnos cierta 'ilusión', puesto que la mayoría de veces nos centramos en mirar el precio del producto o servicio pero no lo que contiene. Esto da una idea acerca de, cómo ante el desbordamiento de precios y costes así como la contracción de la oferta, todos los sectores económicos a modo de 'jugadores' buscan minimizar sus pérdidas y pasar la 'patata caliente' al siguiente. En otras palabras, la disputa está servida y se abre paso una cuestión fundamental que sigue sin resolverse, más allá del anunciado pacto de rentas que aún no conocemos: ¿los movimientos de unos y otros nos revelarán si son los trabajadores (salarios) o las empresas (beneficios) los que van a cargar con el coste de la inflación dado que la expansión de presupuestos y deuda pública no es infinita?
Argumentos para justificar la 'reduflación' parecen más bien responder a ese viejo proverbio árabe acerca de «quien quiere hacer algo encuentra un medio y quien no quiere hacer nada encuentra una excusa». Buen ejemplo de ello lo tenemos en las decisiones de no bajar precios (o subirlos), basadas en reducir el margen de pérdidas, equiparar los procesos de producción, acomodar las subidas de precios de importación de materias primas o costes del transporte y mano de obra así como las llamadas a cierta preocupación por nuestra salud al reducirse ciertos ingredientes perjudiciales (por ejemplo, con algunos productos de alimentación)
La 'reduflación' ha venido para quedarse y si nos fijamos en su influencia nos daremos cuenta de cómo en el reparto de roles entre salarios y beneficios tanto unos como otros están jugando sus cartas. Fijémonos en el juego y no tanto en los jugadores.
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