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Para este tiempo a estrenar que se me brinda, no quisiera cosas que se pudieran comprar con dinero, que suban o bajen la cuesta de enero. Tampoco anhelo discursos pomposos, ilustrados, hermosos o maquiavélicos, porque al fin y a la postre las palabras se las ... lleva el viento, y en el peor de los casos, pueden quedar en eso, «consejos vendo que para mí no tengo».
La vida nos va enseñando, a ser más sencillos. Cronos nos va despojando de juventud, padres, amigos, salud y deseos. Por todo ello, el regalo que yo quiero, el que está también en mi mano, y en la tuya, compañero, son cosas que a veces me faltan, que paradójicamente derrochaba cuando ni siquiera me daba cuenta del valor de ello. Pido alegría, disfrutar en los campos con el canto del jilguero, jugar con la nieve y ver cómo se derrite entre mis dedos. Vivir sin miedo, seguro, como viví en las manos de mis padres, que fueron don, fueron cielo.
Anhelo esperanza, harto de escuchar a los negativos y a los agoreros, necesito fe en la humanidad… y caridad, solidaridad, hermandad, igualdad, fraternidad, que aunque con distintos nombres, siempre hablan e invitan a ser hermanos, y a ser mejores. Pido un cielo en la tierra y que dejemos de hacernos la vida un infierno. Pido con lágrimas en los ojos, un ropaje de ternura, mil abrazos y diez mil besos, quiero amor y amistad, generosidad… y ser capaz de empezar cada día cómo si fuera el primero. Quiero el asombro de un niño y el humor de un buen viejo, éste es el regalo que humildemente pido y quiero.
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