Regalos electorales

Hoy en muchas casas se ha podido leer entre líneas si sus majestades han acertado o no. Solo había que mirar las caras. Sin entrar a valorar el esfuerzo que ha supuesto este año que suceda la magia del 6 de enero para que haya ... regalos sobre los zapatos, o huellas con restos de galletas y vasos a medio beber de lo que sea que les pongan a los Reyes, lo cierto es que, en días como hoy, se puede hacer una peculiar lectura de uno mismo. Hay quien prefiere escribir la carta y enviarla con pelos y señales hasta Oriente, y por tanto, sabe lo que va a suceder con escaso margen de error, y hay quien prefiere dejarlo a los designios de la fortuna y la empatía de quienes se encargan de ejecutar dicha magia. En ambos casos ponemos a prueba una cosa muy necesaria hoy en día, que es ver hasta dónde estamos dispuestos a ceder frente a nuestras expectativas. Abrir un regalo es el anticipo de una idea, la proyección de un deseo que tiene celo sujetando sus formas. ¿Qué pasa cuando lo que uno desea no se corresponde con lo que recibe, y aquí añado, a pesar de haberlo escrito o a pesar de llevar media vida necesitando lo mismo y darse por obvio lo que uno quiere recibir? Si le ha pasado hoy esto, ¿cómo ha reaccionado? Lo pregunto porque no llevamos ni seis días del nuevo año y ya hay quien ha empezado a envolver paquetes para el día electoral, así que antes de que el 28 de mayo nos lleguen promesas envueltas, pregúntense qué estarían dispuestos a cambiar si el regalo no les gusta, si son capaces de adecuarse a lo que les viene dado en la carta que siempre escriben o si prefieren pedir algo distinto para que haya sorpresa. El buzón real estará en los colegios electorales. Hasta entonces, lleven todo el papel de regalo a reciclar porque va a hacer falta mucho envoltorio para tanta promesa.