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Ha comenzado un nuevo curso, y en general la actitud de los jóvenes es de esperanza, saben todos que el estudio es un trabajo, que requiere de esfuerzo, dedicación, perseveración y renuncia. Es la hora de iniciar un camino diferente al que hemos recorrido en ... vacaciones, todo va a ser diferente: encuentro con los compañeros, nuevos profesores o conocidos de otros cursos, iniciación en nuevas actividades extraescolares, o repetición de las que veníamos desarrollando, nueva mochila, nuevos libros, y nuevas perspectivas. Algunos iniciarán etapa, otros la rematarán, otros se prepararan para la entrada en la universidad, y unos pocos, cada día menos, será la primera vez que se dirijan al colegio.
Yo particularmente me siento triste, especialmente preocupado, cuando leo, oigo, o discuto sobre el problema de los estudiantes preuniversitarios. Muchos sistemas educativos, muchas iniciativas en cada uno de ellos, muchas discusiones, parece que mucho esfuerzo en programar la formación, pero persiste la realidad de los repetidores que se sitúan por encima de la media de los países de nuestro entorno, o países englobados en lo OCDE.
En la etapa de Secundaria han repetido el 8,7% de los estudiante en España, mientras que en los países de nuestra cultura lo ha hecho el 1,9%. Si lo referimos al Bachiller las cifras serían respectivamente el 7,9% y el 2,9%, siendo varones el 60% de los que repiten. Observamos pues que la diferencia es notoria, como notoria es que el 22% de los jóvenes entre 18 y 22 años ni estudian ni trabajan.
En definitiva, el 9% de los niños situados entre primero y tercero de la ESO repiten. Esta cifra en los países de nuestro entorno supone un 2%, e incide más en los cursos inferiores de Secundaria que en los superiores. Esto nos lleva a comprender que el 28,3% de los jóvenes no haya conseguido completar la etapa de Secundaria, mientras que esta cifra representa el 14% para los países de nuestro alrededor. El paro es una de las consecuencias de esta situación, que en España crece el doble que en el resto de países de la OCDE. Y como consecuencia de que el 28,3% de los jóvenes no haya conseguido terminar la etapa de Secundaria del calendario educativo, sus sueldos son menores y la capacidad de empleo es también menor.
Es cierto que hay que observar cierto progreso, pues la población con nivel educativo universitario ha pasado de representar el 31% en 2010, al 39,7% en 2020. Ello significa que el total de esta población supera a la que tiene una formación básica, que cae de un 47,1%, al 37,1%.
Ha mejorado la ratio de profesor-alumno, hasta alcanzar el 20,9, así como el número total de profesores y su cualificación. Por otra parte, se ha realizado cierto esfuerzo en incrementar el PIB dedicado al gasto sanitario. No obstante, algo queda por hacer, no estamos donde deberíamos estar por nuestra historia y por nuestro nivel económico con respecto a otros países, se intuye que se necesita más, quizás por parte de todos.
Primero que germine un acuerdo entre los diferentes actores, cuya lucha ha sido y sigue siendo encarnizada, restando o sumando asignaturas, sin más sentido que el capricho del que gobierna. El saber ha de ser universal, y las reglas se fundamentan en el esfuerzo diario, apoyado por los profesores de turno, con el objetivo eterno y único de formar personas con criterio propio, que sepan discernir, cuestionar, y dialogar en libertad.
Aquí intervienen los padres, especialmente propiciando un ambiente de tranquilidad y equilibrio, presidido por lo que siempre se llamó esfuerzo, sometido a unas normas determinadas, buscando el orden, de tal forma que la organización, la planificación, el ambiente amable y ejemplar de silencio y dedicación, junto al compromiso del interés mostrado cada día, con la atención y cercanía de lo que hacen, y de quien los dirige y orienta, es vital.
Hoy sin exagerar, más del 50% de los padres que tengan dos o más hijos, si les preguntamos el curso en el que sus hijos están matriculados, cómo se llaman los profesores, o si conocen al tutor, tengo la completa seguridad de que lo ignoran, hagan la prueba.
Los niños requieren especialmente atención, eso les satisface, les hace importantes frente a los demás. Requieren respeto, son personas que piensan; requieren diálogo, única fórmula de llegar a acuerdos; requieren normas claras, concretas, y si se puede permanentes, y requieren especialmente ser escuchados, que es tanto como atendidos, y respetados, además de afecto.
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