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Sin tiempo de reposo y sin haber cerrado con la patronal el acuerdo de las pensiones, los agentes sociales se reunieron ayer de nuevo para tratar, otra vez, la reforma laboral. Ayer no hubo acuerdo -tampoco se esperaba-, y me da que, si lo ... de las pensiones estuvo difícil, esto no lo será menos. Primero porque los empresarios vienen de perder la partida en el SMI y en las cotizaciones sociales y no estarán encantados con las propuestas de la vicepresidenta segunda sobre la reforma de la reforma. Las negociaciones salariales del 2022 van a ser durísimas por culpa del disparo de la inflación, que lo va a complicar todo pues enfrenta dos situaciones ambas muy razonables. Los trabajadores ven con preocupación cómo su salario pierde capacidad adquisitiva frente a unos precios enloquecidos y los empresarios se encuentran con una severa reducción de los márgenes operativos, por culpa de unas elevaciones terribles de costes, no solo de los energéticos, que les resulta difícil de trasladar a sus clientes, dada su magnitud.
¿Es el momento más adecuado para reformar el mercado laboral, justo ahora, cuando esto de la recuperación ha pasado de ser una realidad a convertirse en un deseo? Lo dudo, pero ya veremos. Hay temas en los que las dos partes ven posibilidad de avanzar, mientras que en otros será mucho más difícil pues se enfrentan a la dura realidad. Por ejemplo, en el caso que más tiempo les ocupó ayer y que trata de la temporalidad. Es evidente que hay trabajos que por su propia esencia -piense en la recogida de la fresa o en las estaciones de ski-, tienen un carácter temporal, como lo es que, en este país, se ha abusado de este tipo de contratación. ¿Por qué? Por varias razones, pero la principal es que todo lo que implique rigidez en el despido, ya sea su costo o su difícil tramitación administrativa, termina por convertirse en un obstáculo para la contratación. Siempre ha existido demasiado temor a contratar porque se supone que será muy difícil despedir, si cambiaran las circunstancias del mercado. Así que igual no sería mala idea invertir el orden y hablar antes de cosas como la mochila austríaca, que restaría dramatismo al despido, antes de forzar una estabilidad que no esté soportada por las ventas.
Sin olvidarnos de que las Administraciones Públicas carecen de la mínima autoridad moral para dar lecciones y exigir esfuerzos a las empresas privadas, cuando ellas mantienen porcentajes de temporalidad muy superiores y menos justificados, al no estar sometidos a los imprevisibles vaivenes de la coyuntura.
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