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El PP despliega el libreto y cruza los dedos. Se trata de convencer al electorado de centro-derecha de que el voto popular es, frente a los vaivenes ideológicos y tácticos de Ciudadanos y los experimentos populistas de Vox, la fórmula más fiable y ... más útil para desalojar del poder, primero, a Pedro Sánchez y, a continuación, a su socio en Cantabria, Miguel Ángel Revilla. En los comicios legislativos de abril y en los autonómicos de mayo, el PP cántabro pone en juego una hegemonía tan larga que la última derrota tiene la fecha casi remota del 6 de junio de 1993, cuando Felipe González ganó por última vez las elecciones y muchos jóvenes militantes y simpatizantes de las siglas populares todavía no habían nacido.
En ocho años, el PP ha transitado desde el poderío exultante a la resistencia numantina. Del 'tsunami' de 2011, mayoría absoluta en Cantabria y récord en las generales –cuatro de cinco escaños del Congreso en liza–, al descalabro en las autonómicas y municipales de 2015 y a ceder uno de cada tres votantes en las legislativas de diciembre de ese mismo año y algo menos en las de junio de 2016. El PP cántabro había perdido ya el Gobierno y muchos ayuntamientos, pero todavía era con mucha holgura el partido más votado en todas las elecciones.
Ahora esa jerarquía también está en entredicho. El PP siente en la nuca el avance de Ciudadanos y de Vox en toda España, pero cree que aún le queda vigor para ganar en un feudo histórico como Cantabria. El último antecedente son las generales de 2016, cuando contabilizó en la región 140.000 votos (37%), con gran ventaja sobre los 80.000 del PSOE. Entonces al PP le sobraron muchas papeletas para repetir la victoria de 2015 con los mismos dos diputados y le faltaron pocas para sumar un tercero. O sea, piensan los populares que todavía les queda margen para defender la posición el 28-A frente a la competencia del centro-derecha e imponerse de nuevo al PSOE, que podría crecer a costa de Podemos, pero no tomar prestado como en otras ocasiones un buen filón del voto regionalista. El PRC, ya se sabe, no puede ausentarse esta vez del debate político de las generales cuando un mes después se propone ganar por primera vez los comicios autonómicos.
Dos campañas encadenadas. Primero la de las legislativas, con la unidad de España como debate central y un novedoso debate por los escaños del Senado, cuatro para Cantabria, en torno al voto útil del centro-derecha porque los partidos minoritarios tienen muy difícil el acceso a la Cámara Alta, donde eventualmente se decidiría la aplicación en Cataluña del artículo 155 de la Constitución.
Cualquiera que sea el resultado del 28 de abril tendrá una incidencia en el electorado y también en las estrategias de los partidos para encarar las autonómicas, municipales y europeas del 26 de mayo. Bien es cierto que en el PP ya tienen una consigna que proclamarán sin tregua en las dos campañas: Sánchez y Revilla, el PSOE y el PRC aliados en el Gobierno regional en tres legislaturas, forman un tándem nocivo para el desarrollo de Cantabria.
El PP de Cantabria, que lidera María José Sáenz de Buruaga, confía en afrontar la doble cita electoral con una alta movilización del partido, que está bien implantado en el conjunto de la región, pero que sangra todavía por las heridas del largo conflicto interno, lo cual frena el entusiasmo electoral y dificulta el objetivo de cerrar listas en los 102 municipios. En Santander, la plaza fundamental, los dirigentes populares constatan la energía recuperada por la alcaldesa y candidata, Gema Igual, después de muchos meses a la defensiva frente a los ataques de la oposición. En Torrelavega, el abrupto adiós a la política de Ildefonso Calderón y la designación no menos conflictiva de una nueva candidata municipal, refleja una falta de sintonía entre el exalcalde y la dirección del partido que no fueron capaces de reconducir o al menos de gestionar sin estrépito, lo cual ha enrarecido el clima popular en la capital del Besaya. Por cierto, de una forma bastante inesperada, ya que el apoyo mayoritario de los militantes torrelaveguenses abanderados por Calderón fue decisivo para que Sáenz de Buruaga ganase el congreso que la convirtió en líder del PP de Cantabria hace dos años.
En una semana o diez días, el PP tendrá que definir las listas para las elecciones generales, supervisadas por Génova. El diputado nacional Diego Movellán, partidario de Pablo Casado en el congreso que le dio el liderazgo del PP, apunta a la continuidad . A modo de indicio, Movellán, aspirante también a la Alcaldía de Camargo, ha sido elegido por su partido para formar parte de la selectiva Diputación Permanente que permanece activa en el Congreso tras la convocatoria electoral. La otra diputada, Ana Madrazo, cinco legislaturas en la Cámara baja, no tiene con los nuevos dirigentes la conexión directa que le unía al área económica del ministro Montoro en el Gobierno Rajoy. Más difícil lo tienen, naturalmente, los tres senadores actuales, Blanca Fernández, Esther Merino y Javier Fernández, miembros activos de la oposición interna a Buruaga.
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