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Más de tres décadas nos separan de nuestro primer encuentro, éramos cuatro amigos, uno de ellos ha fallecido, y cada dos o tres años decidimos entre los meses de septiembre y octubre reunirnos. Este año hemos elegido el puente del Pilar, en el que se ... ha celebrado el Día Mundial de la Salud Mental. No lo buscamos, surgió sin que ninguno nos diéramos cuenta, ello ha lubricado nuestras conversaciones, en las que además de traer al presente diferentes anécdotas, o algún proceso o problema, en esta ocasión fue la salud mental y su evolución la que tuvo especial protagonismo.
Recordamos el nacimiento, no de la especialidad de Psiquiatría, sino del manicomio. Fue en tierras de Valencia, donde el padre Jofré abrió el primer manicomio del mundo en 1409. Poseídos, lisiados, marginados, discapacitados, pobres de misericordia, etc. encontraron su hábitat, de tal forma que fue en principio una limpieza de seres molestos, que además de no aportar nada, molestaban, especialmente a los acomodados.
Han de pasar cuatro siglos, hasta que la Psiquiatría da un gran paso, gracias a la aparición de sus padres o creadores, entre los que sobresalen Bleuler y sus tres 'A' -Kraepelin, Kresmer, y Charcot-, que penetraron de forma especial en los aspectos expresivos de la psiquiatría pesada, especialmente de la esquizofrenia, a la vez que Freud, discípulo de Charcot, trascendió el aspecto orgánico de la persona al psíquico, siendo el germen de la Psiquiatría actual, como enfermedad psíquica del individuo.
Pero tiene que llegar la segunda parte del siglo XX para comenzar a entender esta forma de enfermar, al trascender este concepto a la estructura manicomial, preconizando la apertura de sus puertas, y hablando de Psiquiatría comunitaria y Psiquiatría social. «El paciente no puede desconectar de su medio, nuestra función es la de su rehabilitación e integración en el mismo». Esta concepción terapéutica e integradora del individuo y su medio, en España se comenzó oficialmente a canalizar en el año 1973, en el congreso de psiquiatría de Málaga, lugar donde se gestó el afecto del grupo del que formó parte.
Los psiquiátricos se modernizaron, se abrieron a la comunidad, la especialidad se abrió a otras especialidades, la sociedad comenzó su participación activa, el paciente conectó con la calle, con su familia, amigos, y su ambiente, se organizó la asistencia con los nacimientos de nuevos hospitales. La terapia más dinámica y abierta se convirtió en algo participativo, surgiendo en los hospitales generales camas psiquiátricas, perfectamente integradas, y nacieron unidades de urgencia en estos hospitales, donde acuden todo tipo de pacientes. En definitiva, el concepto de paciente psiquiátrico se ha humanizado, nos es familiar, querido y respetado, y cuenta con una asistencia paralela al resto de formas de enfermar. Ahora se necesita una continuación, con la apertura de estructuras intermedias, el apoyo a la terapia domiciliaria y el enriquecimiento cuantitativo y cualitativo del personal especializado.
Ello ha contribuido a la mejora de nuestro bienestar social, figurando nuestro país en los primeros puestos del ranking de los países de la OCDE, pero queda bastante por hacer en diferentes sentidos. Las especialidades médicas han generado diferentes especialidades más concretas. Esto ocurre en la Psiquiatría, donde el concepto base de Psiquiatría pesada y ligera, o de carácter reactivo, ha quedado superado, surgiendo demandas nuevas, como las adiciones sin química, las apuestas, el uso de la tecnología o redes sociales, amén de aquellas que se derivan de los modelos comunitarios, provocada por las modas, como los trastornos alimentarios, así como la prevención y tratamiento de los brotes psicóticos, o los diferentes aspectos de las enfermedades degenerativas, que afectan a la conducta, o el acoso y violencia, reflejo de la sociedad en la que vivimos, y que se alimenta desde las tensiones del lenguaje, o desencuentros de nuestros representantes.
Es interesante señalar, que uno de los frutos de nuestro bienestar es el bajo umbral a la frustración. Nos ilumina una expectativa, un deseo que sentimos como necesidad, que en ocasiones no cristaliza, y nace de inmediato en el individuo que lo sufre cierta amargura, tensión emocional, irritación, contrariedad y quejas, además de falta de comprensión del hecho. Lo quería, lo deseaba, pensaba que lo merecía, vivía seguro de que era el mejor candidato, y no lo he obtenido. Cuidado con las expectativas, en ocasiones no se cumplen.
Ocurre igual con el dolor emocional: sufro una desgracia, me embarga un estado de tristeza y dudo en ocasiones de su normalidad. La 'psiquiatrización' de aspectos normales, es un riesgo del que tenemos que adquirir conciencia, con una mayor educación sanitaria.
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