![Sánchez y el punto de no retorno](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202006/22/media/cortadas/56252854--1248x832.jpg)
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Hacia finales de mayo parecía que los dos errores sucesivos de Sánchez -pacto con Bildu y destitución de Pérez de los Cobos- iban a señalar su punto de no retorno, la imposibilidad práctica de llegar a algún tipo de acuerdo no coyuntural. Síntomas claros de ... las dificultades de un gobierno que se formó con un programa y unos objetivos que la pandemia del covid ha venido a desbaratar minuciosamente. Al aparecer incapacitado para copar con la situación que se avecina, volvieron a escucharse voces que hablan de un «gobierno de concentración», con una presidencia técnica. Un par de semanas después las apariencias han cambiado, Sánchez ha conseguido «pacificar» a sus socios, Ciudadanos se muestra dispuesto a colaborar, la UE y la CEOE están dispuestos a arrimar el hombro sin cuestionar la idoneidad del gobierno. Lo cual confirma que el punto preciso de no retorno solo se puede determinar a toro pasado. Ahora bien ¿Cuál es la realidad bajo dichas apariencias?
De motu propio Sánchez reconoce haber sido, durante toda su carrera política, un resistente. Estas cosas dejan huella, algo así como el síndrome traumático de los soldados que regresan del frente. Sánchez parece interpretar todas las situaciones desde su óptica de resistente; un hándicap que disminuye su capacidad para concitar consensos y sostener compromisos más allá de lo puramente coyuntural. Si ese tipo de consensos es siempre fundamental en un sistema democrático, en una situación como la presente es absolutamente imprescindible. El cambio radical del panorama socioeconómico que ha producido la pandemia, pide a gritos una recomposición del pacto de gobierno en base a un nuevo programa y unos nuevos objetivos para la «nueva normalidad». Motivo más que suficiente para presentar ante el Congreso una «moción de confianza», asunto del que Sánchez parece no querer ni hablar.
Sánchez ha consumido capital político por demás lo que hace probable que, si no ha traspasado aún el punto de no retorno, termine por traspasarlo de todos modos. Es posible que sus asesores también lo vean así, la evidente huida hacia delante que vienen practicando parece indicarlo. En circunstancias «normales» la 'fuite-en-avant' puede funcionar, pero no en la nueva normalidad que tanto nos anuncian.
Hablemos de la oposición. Hasta hace un par de semanas estábamos volviendo a vivir un episodio que tuvo amplia resonancia durante la crisis financiera de 2010-2012. Entonces, cerrando los ojos de los electores a la evidencia de que se trataba de una crisis global que afectaba particularmente a Estados Unidos y Europa, la oposición a Zapatero adoptó la posición de que se trataba de una crisis específicamente española, con un único culpable. Uno se hacía cruces de que tamaña impostura pudiese prosperar, pero lo cierto es que Zapatero tuvo que adelantar las elecciones y en diciembre de 2011 su gobierno caía estrepitosamente. La «crítica para ciegos» había arrojado los resultados apetecidos, así que ahora la oposición repetía la jugada. Sólo que, como sabe cualquier jugador de ruleta, volver a apostar al número premiado no suele ser lo más afortunado. También en esa toma de posiciones se vislumbraba una huida adelante que, en las circunstancias actuales, no sería menos suicida.
Desde hace algunas semanas Ciudadanos parece haberse quitado la venda de los ojos; lo cual va a forzar al PP a renunciar a una falacia contra el gobierno que exime a la oposición de la obligación de plantearse, aquí y ahora, la reconstrucción de un país arrasado por la pandemia. Un retraso sin contemplaciones de la salida de esta crisis, que tantos estragos sociales y económicos está causando, sería visto como un acto criminal, con el único fin de desgastar a un gobierno al que hoy no tienen la capacidad de derrotar en las urnas. Algo inaceptable para el electorado. La única salida aceptable es que el PP plantee su propia «moción de censura» o se avenga a negociar con el PSOE una «moción de confianza».
Pienso que un «gobierno técnico» no sería más que una salida temporal. El Banco de España ha dejado muy claro que se necesita un compromiso firme y por más de una legislatura, para diseñar y llevar a la práctica un plan de reconstrucción que responda a las múltiples carencias que la pandemia ha puesto de manifiesto. Un plan consensuado evita el mayor peligro de cualquier alternativa unilateral: la posibilidad de que el gobierno no llegue hasta donde debería llegar, por miedo a darle munición a la oposición para que lo derrote en las urnas. Hoy comprobamos hasta qué punto ese temor es real, vemos hasta qué extremo la oposición está dispuesta a llegar ante cualquier resquicio que el Gobierno expone. Asuntos como los subsidios al desempleo prolongado, las medidas para evitar o paliar una segunda y sucesivas recurrencias del covid-19, la fórmula más eficiente para reactivar la economía a corto plazo, la reforma fiscal, la reforma laboral, la repesca de los obreros marginados por las nuevas tecnologías, y un largo etcétera, sólo pueden afrontarse con éxito mediante el consenso. ¿Un nuevo pacto social? ¡Efectivamente!
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