Santa Catalina de Alejandría

El rostro del cuadro es, según los historiadores, el de la cortesana Fillide Melandroni, que también aparece en otros lienzos, como Judith decapitadora y María Magdalena. Caravaggio, incorregible camorrista, castró y mató en una pelea a un amante de Melandroni. La poderosa familia del difunto clamó justicia y el pintor hubo de huir de Roma, sentenciado a decapitación. La Melandroni protagonizó muchas aventuras y fue enseñante de otras prostitutas. Murió con 37 años y la Iglesia, poco caritativa, no autorizó enterrarla en sagrado.

Ahora es imposible mirar el cuadro como la vez primera. Una cortesana por una virgen. El pecado, icono de la virtud. Una decapitación que en realidad amenazaba al propio autor. Una «santa» sin camposanto. El aura mística sobre esta joven sienesa parece un gesto irónico.

La Historia rigurosa tiene este efecto de des-idealizar los relatos. No por ello merma en interés lo sucedido. Al contrario, ¿no parece espectacular esta historia en que se pierde la cabeza con facilidad?

-Pero, tú, ¿qué me quieres decir con este rollo del pintor y la moza? - ataja el gato Boris desde su puf Grundsjö.

-Pues eso, animal, que la imagen que tenemos de muchas cosas de Cantabria es hermosa como la Santa Catalina, pero que su realidad es mucho menos mítica y nos conviene ser espectadores documentados.

-Haberlo dicho al principio, sin manchar tanto.

-Cuando dejes de fingir que no has visto al ratón que vive en casa, vago.

-Santa Gertrudis de Nivelles me proteja, nin -concluyó.