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El crecimiento de la economía española se mantuvo el pasado año en el 5,5% que señaló 2021. Un notable alto si no fuese porque la actividad decayó según iba acabando 2022. Salvados con creces los pronósticos que apuntaban a datos rayanos a la recesión, ... las correcciones del INE permiten afrontar el ejercicio recién iniciado con mayor ánimo del que se preveía. El presidente Sánchez no dudó en saludar la noticia: «Frente a los profetas del apocalipsis, hoy tenemos un fuerte crecimiento económico, la inflación más baja de Europa y récord de empleo». Puede ser que el temor a un retraimiento más general de la economía condicionase la expresión de muchas previsiones. Pero seguro que eran muy pocos los analistas deseosos de confirmar sus predicciones a la baja. Equivocarse cuenta en el ámbito de la economía con la ventaja de que acaba siendo satisfactorio cuando los hechos mejoran el horizonte previsto. De ahí que el máximo mandatario de nuestro país debiera entender que los pronósticos que hoy pueden parecernos excesivamente pesimistas no tenían, en su inmensa mayoría, mayor sesgo que una acusada preocupación en el manejo de datos que revelaban solo incertidumbre. Es lo mismo que ha ocurrido con las previsiones sobre los demás países del euro, empezando por Alemania. Europa está sorteando la crisis derivada de la guerra de Putin mejor de lo esperado. El único profeta del apocalipsis que importa desmentir en estos momentos es el autócrata ruso. A partir de ahí, aun con el alivio que supone constatar que hemos seguido creciendo, convendría rebajar la autosatisfacción.
La evaluación sobre la economía española corre el riesgo de que se limite a competir consigo misma. Una liza siempre necesaria, pero del todo insuficiente en un entorno que se empeñará en ser global. No vale con medir la evolución del empleo y su calidad con nuestros antecedentes. Es necesario compararlas con la media europea y, sobre todo, con los países que presentan menor índice de paro sobre mayores tasas de ocupación. Es necesario medir nuestra capacidad de resiliencia frente a la inflación respecto a la de otros países que se encuentran con mayor dificultad para contener precios. Continúa siendo temerario obviar el déficit y el endeudamiento que soportan los resultados económicos de estos años a cuenta de contribuyentes venideros. Como resulta inadmisible que el Gobierno se jacte de resultados que dependen sustancialmente de empresas y empresarios denostados desde el Consejo de Ministros.
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