![La segunda ola](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202010/19/media/cortadas/59160499--1248x1626.jpg)
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No pensemos que porque el covid-19 le ha puesto las cosas más difíciles a los líderes populistas (no pueden organizar los eventos masivos que son la savia que alimenta su movimiento político) van a entrar en decadencia y se difuminarán en la nada del ... mismo modo que surgieron de la nada. Las condiciones que les permitirían resurgir siguen siendo esencialmente las mismas. La segunda ola de la pandemia va a intensificar la dislocación social y la sensación de aislamiento. Vox, por ejemplo, había venido cayendo en las encuestas los últimos meses pero de repente se ha recuperado y lo ha hecho a costa del PP. La capacidad que tenemos los humanos de pasar página ante un mal trago puede jugarnos una mala pasada. Cuando el paciente de un accidente grave recibe el alta tras meses de rehabilitación, los médicos suelen advertirle de que lleve mucho cuidado porque si tiene un segundo accidente su capacidad psicológica de recuperación no será la misma, podría no superarlo. La advertencia es igualmente aplicable a la pandemia (a fin de cuentas, un accidente). El confinamiento de la primera ola fue tomado con espíritu de resiliencia por la mayor parte de la población, exploramos nuevas formas de conectar con los otros, hubo solidaridad y manifestaciones de gratitud hacia los trabajadores de primera línea en el frente de combate de la pandemia... No habrá aplausos en la segunda, encerrados como estaremos en nosotros mismos además de en casa.
Para empezar, la segunda ola presenta un aspecto bastante más feo. El confinamiento se produce a menor escala, el distrito, y las autoridades locales tienen menos capacidad para manejar la crisis. La perspectiva, en la primera ola, era que la crisis se superaría en cuestión de pocos meses. El panorama es ahora muy distinto, se habla de una vacuna para mediados de 2021 de cuya eficacia se duda. A la incertidumbre sobre la duración de la segunda ola, y quizá de otras que la sigan, se suma la incertidumbre financiera y las dudas sobre la continuidad de los subsidios del gobierno. El instinto de supervivencia se dispara y se impone el sálvese quien pueda. El humor solidario se deteriora.
Todo ello está teniendo claras consecuencias políticas. La polarización ha tomado un nuevo sesgo. Los que rechazan las medidas restrictivas manifiestan su resistencia de forma cada vez más ruidosa, movilizándose a través de redes sociales que están que arden. La confianza en los gobernantes y sus instituciones está cayendo en picado. Es evidente que los movimientos populistas se infiltran y manipulan estas manifestaciones espontáneas de desencanto para llevar el agua a su molino.
De pronto el discurso populista empieza a sonar razonable y deja de considerarse de extrema derecha, situando a Vox (por seguir con el ejemplo) en el centro-derecha. La posibilidad de que Vox se convierta en el principal partido de la derecha, fagocitando al PP como los partidarios del 'Brexit' han fagocitado al partido Conservador en Inglaterra y el trumpismo al partido Republicano en EE UU, es cada vez más verosímil. Abascal se parece cada vez más a Trump y Bolsonaro, Vox se parece cada vez más al Frente Nacional de Le Pen. El PSOE y Podemos están dispuestos a jugar a fondo esta baza porque piensan que ello les mantendrá en la Moncloa ocho años. ¿Y qué pasará después si Vox llega a formar Gobierno? «Ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él» parecen decir. Están jugando con fuego.
Como digo, los partidos de extrema derecha no han logrado beneficiarse de la pandemia hasta ahora; pero un año más de lo mismo incrementa exponencialmente la posibilidad de contratiempos y desgobierno en las respuestas a la crisis. Lo estamos viendo. Como vemos la incapacidad de Gobierno y oposición para ponerse de acuerdo y alejar la amenaza del populismo, cuyo aliento sienten en el cogote (pon insistir con el ejemplo), el de Vox en el del PP y el de Podemos en el del PSOE.
Luego está la cuestión de si fortalecer las respuestas nacionales a la crisis o bien enfocarse en una solución europea. Defensores del Estado-nación versus internacionalistas. Lo razonable sería progresar en ambas direcciones, pero la polarización exige elegir entre una y otra. El nacionalismo busca diluir la Unión Europea al estadio de 'comunidad económica' y, en el peor de los casos, busca un 'Brexit'.
El gran reto que tienen hoy los Gobiernos nacionales europeos es conseguir que la gente adopte el relato de una Europa unida. La realidad es que la confianza en la UE, que era amplia hasta el año 2010, ha caído mucho por la terrible gestión de la crisis financiera (2010-2012). Esta es la razón de que Francia y Alemania hayan decidido agarrar el toro por los cuernos y dar una respuesta diametralmente opuesta a la crisis del covid-19. Asunto que amerita un tratamiento más amplio, que dejo para la próxima semana.
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