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La preocupación por la aparición de nuevas variantes del coronavirus que sean más contagiosas, o incluso más letales que las que están circulando actualmente, no debe hacernos olvidar que cada individuo tiene una responsabilidad en la lucha contra la pandemia, y que no siempre hacemos ... bien las cosas. La mayoría de los expertos siguen incidiendo en la responsabilidad individual como uno de los principales problemas. Se siguen cometiendo errores que ponen en peligro el freno de la pandemia, y entre ellos destacan:
Las cifras positivas de incidencia de contagios llevan a mucha gente, cansada después de más de año y medio de restricciones, a confiarse y relajar algunas de las protecciones.
La población vacunada relaja las medidas, porque muchos creen que las vacunas previenen la infección; o se confían, porque han demostrado ser efectivas contra casos graves del covid-19, incluso frente a las variantes más peligrosas.
Sin embargo, no sufrir un contagio severo con el covid-19 no impide que se infecten y propaguen el virus a otras personas con mayores riesgos de desarrollar un caso grave.
Juntarse con gente que no forma parte del núcleo personal conlleva un riesgo elevado de contagio, si no se toman las medidas de protección adecuadas. Algunos expertos creen que la desescalada debería realizarse de forma más lenta, teniendo en cuenta los datos acerca de las variantes y de la protección que confieren las vacunas, que aún sigue siendo una incógnita a medio y largo plazo.
A pesar del tiempo transcurrido y de los progresos en la vacunación, las mascarillas siguen siendo un accesorio imprescindible, y no todo el mundo se ha acostumbrado a llevarlas correctamente. El mal uso de la mascarilla puede generar una falsa sensación de seguridad, cuyo resultado sería la pérdida de control de la pandemia.
Esta medida es importante para evitar contagios en contactos con o sin mascarilla porque, aunque no los evita, reduce la transmisión, incluso en espacios interiores.
Las medidas para viajes y relaciones sociales deben continuar, porque la población está parcialmente inmunizada, la duración de la inmunidad no está bien establecida y la protección frente a las nuevas variantes del virus puede ser insuficiente.
Uno de los errores que podrían lastrar el freno de la pandemia y perpetuar la propagación del SARS-CoV-2 es el rechazo de las vacunas desarrolladas contra el covid-19, ya que se genera un colchón de gente por la que el virus puede seguir circulando y evolucionando hacia nuevas variantes.
Además, es importante vacunar a toda la población y no sólo a la española o la europea, sino la mundial. Si las infecciones persisten en partes del mundo donde la población no está protegida, existe la posibilidad de que el virus circule a altos niveles y se den otras variantes. La aparición de las primeras, sobre todo la británica, pero también la sudafricana y la brasileña, supusieron un primer toque de atención sobre los problemas que acarrea la capacidad de mutación del coronavirus. La variante delta, actualmente predominante, presenta una mutación que la hace más resistente a los anticuerpos desarrollados tras una infección o mediante alguna de las vacunas autorizadas. Y siguen apareciendo nuevas variantes, como la C.1.2, cada vez con más diferencias respecto al virus original.
Que las vacunas lleguen a todo el mundo no está en nuestra mano, pero debemos intentar seguir manteniendo las medidas de protección sin relajarnos. Sigue habiendo mucho en juego.
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