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El vídeo está en YouTube. Y corre por las redes con la voz de un docente llamado José Antonio Fernández, que nos recuerda lo mucho que ha aprendido con los niños, especialmente «a callar, para que hablen ellos, porque quizás el adulto sea un niño ... empobrecido». Y le enseñaron algo también importante, que cuando su método falla, que cuando lo que tiene planeado no llega a producir el aprendizaje deseado, no puede decir que el que tiene dificultades es el niño, sino que debe plantearse modificar su método.
Un aprendizaje que quizás solo se aprenda con los años, y que nos recuerda a todos los docentes que la gramática infantil, que el abecedario de los niños, no se rige por nuestras reglas estrictas. En 'El Principito', de Antoine de Saint-Exupéry, el autor de forma genial nos enseña que cuando un niño dibuja lo que para nosotros es un sombrero, para ellos es una boa que está digiriendo a un elefante. El mundo infantil es así. Y si no te quieres perder en esa jungla de mágicos sueños, tienes que aprender su lenguaje, donde la razón y la fantasía se entremezclan, y hacen que un tubo de dentífrico sea primero un barco, luego un tren, para acabar siendo una nave espacial o un satélite.
Aún recuerdo, hace muchos años, cuando en clase de religión hablaba sobre David y el gigante Goliat, al que se enfrentaba David con solo una honda, y les decía que invocó a Dios para que le ayudara. Y un alumno me dijo que «eso era trampa».
Así es el mundo infantil. Un mundo donde invocar a Dios para vencer al oponente es no jugar limpio, porque nada como la imaginación de un niño para entender en toda su inmensidad el poder del Creador.
Por eso, cuando se entra a impartir docencia a alumnos de Infantil o Primaria, se debe utilizar su lenguaje para no producir un discurso repleto de sonidos disonantes, de diábolos sin música, que no entienden, pero que reproducen cuando salen al recreo, hablan todos juntos o se quedan solos en el aula.
Está claro que José Antonio Fernández acierta de pleno escuchando a su alumnado infantil, porque sabe que con sus silencios conquista su voz, su mágica, creativa y siempre sorprendente voz.
Y que no hay método más eficaz que aquel que se adapta al nivel del alumno, pues es absurdo ordenar, cuando no es la hora, que amanezca el sol. ¡Qué sabia lección!
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