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La ONG Manos Unidas subasta la casona de Calderón de la Barca en San Vicente de Toranzo. Su última dueña, sin descendencia, se la cedió en herencia. Parece una buena noticia que puede dar una nueva vida a ese histórico solar.
La noticia nos recuerda las raíces norteñas del dramaturgo, gran figura del Siglo de Oro. A media legua de la villa de Santillana del Mar, en el antiguo concejo de Viveda, se alzó ostentosa la torre de Calderón de la Barca, antiguo solar de los de este apellido, que dio hombres ilustres en las armas, la iglesia y las letras, destacando por encima de todos Pedro Calderón de la Barca.
La torre medieval de los Calderón de la Barca fue construida en el siglo XIV, en una atalaya, vigilando las márgenes fluviales de los ríos Saja y Besaya, que poco antes unen sus caudales para llegar con más fuerza al mar. La torre con afanes defensivos tuvo foso, contrafoso y barbacana y las necesitó, pues pleiteó con sus vecinos de la Casa de la Vega, a la otra orilla del río, y también con la Colegiata de Santillana y en ocasiones estas disputas se dirimían con las armas.
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En épocas de esplendor, el lugar con huertos y verdes eras, estaba colmado de robles, limoneros, naranjos y frutales. El paisaje sería diferente al actual, con grandes masas de bosques dibujando ese territorio claramente norteño.
El río Saja-Besaya, en ese lugar navegable, caudaloso y abundante en salmones, era transitado por una barcaza propiedad de los de esta Casa y de ella tomaron el nombre de La Barca. Los caminantes que cruzaban el río debían pagar por este servicio, estando exentos el Corregidor de la Vega y sus ministros. En la actualidad, la casa torre, en la Lista Roja de Hispania Nostra, ha perdido la suntuosidad y lucha contra el olvido y la desidia.
Los hijos de esa Casa se dispersarían en el tiempo. La rama del escritor, buscando la luz castellana, llegaría a Sotillo de San Vítores, en Valdeprado del Río, y allí edificaría una torre para su vivienda. Años después un Pedro Calderón, abuelo del dramaturgo, alcanzaría Madrid. Otras ramas se asentarían por la península y América. También en Santander, Villacarriedo, Santillana, San Vicente de la Barquera, Cabuérniga o en Toranzo y en estos lugares dejarían huella. Hablamos ahora de la casona de Toranzo.
Había nacido el dramaturgo en Madrid, en 1600. Parecía predestinado para la carrera religiosa, pero en el último momento prefirió la de las armas y, como soldado, participó en diferentes campañas en Flandes y en el norte de Italia. Muy joven compagina la espada con la pluma y en aquel Madrid de Felipe IV se empieza a hablar de ese soldado que escribe, dicen, destinado a convertirse en el dramaturgo más celebrado de la corte y que, cuando lo ha conseguido, se ordena sacerdote.
Recordar a Calderón me lleva a otras figuras de nuestras letras con las que comparte raíces; Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana y señor de la Casa de la Vega; Pedro López de Ayala y Ceballos, el canciller Ayala, cronista del siglo XIV; Lope de Vega; Francisco de Quevedo; Fray Antonio de Guevara; Enrique Diego-Madrazo, ilustre médico y libre pensador de la Vega de Pas; Gregorio Marañón y tantos más que son olvidados injustamente por estas latitudes. Quizás sea el momento de recordarles, de hacer un esfuerzo y reunirles a todos de alguna manera para mostrar su legado.
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