Sorpresa en el premio Nobel de Medicina
Fernando Calderón
Domingo, 21 de noviembre 2021, 07:57
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Fernando Calderón
Domingo, 21 de noviembre 2021, 07:57
El Premio Nobel de Medicina de este año ha sorprendido a propios y extraños, ya que los máximos favoritos en todas las quinielas eran los pioneros de las vacunas ARN, la húngara Katalin Karico y el estadounidense Drew Weissman, ambos profesores en la Universidad de ... Pensilvania. No en vano, ya que su trabajo abrió las puertas a las vacunas frente al covid-19 de Moderna y de Pfizer, las primeras que hemos tenido disponibles para hacer frente a la pandemia, y las más efectivas sobre el papel.
Sin embargo, la Asamblea del Nobel del Instituto Karolinska ha otorgado el premio de este año a David Julius y Ardem Patapoutian por sus descubrimientos de los receptores de la temperatura y el tacto; y ha justificado el galardón subrayando cómo han explicado la manera en que el calor, el frío y el tacto pueden iniciar señales en nuestro sistema nervioso, subrayando además la importancia de los canales iónicos identificados para muchos procesos fisiológicos.
El trabajo de estos dos investigadores nunca ha tenido repercusión mediática, lo que, debido a las excepcionales circunstancias de los últimos años, le sobra a los creadores de la vacuna de ARNm. Eso se debe a que la medicina es, sobre todo, una ciencia aplicada; y no se esperan grandes aplicaciones de lo que en principio deberían ser los fundamentos de la materia.
El primer trabajo del equipo de Julius analizaba cómo la capsaicina, el compuesto químico que produce el picor de los pimientos, provoca la sensación de ardor que sentimos al entrar en contacto con los chiles, ya que su modo de actuación era un enigma sin resolver. Así identificaron un único gen que expresaba una proteína vinculada a un canal iónico específico.
A partir de aquí se identificaron otros canales iónicos relacionados, y se comprobó que se activaban con diferentes temperaturas.
Patapoutian trabajó de forma independiente en alguno de los canales asociados a la temperatura, pero su trabajo principal se centró en los mecanismos que subyacen al tacto en los vertebrados, que también seguían sumidos en el misterio.
Después de mucho trabajo, su equipo consiguió aislar un gen que regulaba un nuevo canal iónico mecanosensible totalmente desconocido y, por su similitud con el primero, se descubrió un segundo gen.
El avance de Patapoutian dio lugar a una serie de trabajos que demostraron que el segundo canal iónico es esencial para el sentido del tacto. Además, se demostró que desempeña un papel fundamental en propiocepción, la detección de la posición y el movimiento del cuerpo. En trabajos posteriores, se ha demostrado que los dos canales ligados al tacto regulan otros procesos fisiológicos importantes, como la presión arterial, la respiración y el control de la vejiga urinaria.
Los revolucionarios descubrimientos de estos canales iónicos por parte de los galardonados con el Premio Nobel de este año han permitido comprender cómo el calor, el frío y la fuerza mecánica pueden iniciar los impulsos nerviosos que nos permiten percibir y adaptarnos al mundo que nos rodea, conocimiento que se está utilizando para desarrollar tratamientos para una amplia gama de enfermedades, incluyendo el dolor crónico.
Está más que justificado premiar este tipo de investigación básica, que viene a llenar inexplicables vacíos de nuestro conocimiento. Si además tiene aplicaciones directas en la práctica, ya no podemos pedir más.
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