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Llevo como un año dándole vueltas a la guerra comercial entre China y Estados Unidos. La última vez que escribí sobre ello ('Prometeo encadenado'. El Diario Montañés, del 21 de septiembre) opinaba que «ambos países están inmersos en una espiral de mutuas represalias ... de la que no está claro quién saldrá más perjudicado»; pero quizá sea oportuno hacer balance del primer año de enfrentamiento y, con esos datos, iniciar una prospección que nos permita avanzar lo que el futuro nos depara. Quede claro no obstante que, como en las prospecciones petrolíferas, hasta que no se alcanza el pozo no puede saberse con certeza la calidad del contenido.
Lo que sí podemos afirmar, con bastantes certezas, es que China está ganando las batallas libradas hasta ahora. La crisis del covid-19 ha acelerado los acontecimientos a su favor. Los acontecimientos ya estaban claramente a su favor desde hace años, razón por la cual Estados Unidos declaró la dichosa guerra. La balanza de pagos de China viene siendo positiva decenas de años mientras el déficit comercial de Estados Unidos no ha cesado de crecer, esta tendencia se ha acelerado desde que Trump llegó a la Casa Blanca; los expertos calculan que en los últimos cuatro años ha crecido un 25% y no se ve ni cuándo ni cómo va a revertirse la tendencia. Ello explica la declaración de guerra, pero la pregunta clave es si la guerra comercial es el mejor camino para lograrlo. Había dudas antes de la pandemia, pero tal parece que ahora lo mejor sería congelar la confrontación y esperar a tiempos mejores. Típico de Trump, quizá temeroso de que si ganan los demócratas las elecciones eso sería precisamente lo que terminarían haciendo, ha doblado la apuesta.
Sea como fuere, el hecho es que este año se ha producido la pandemia y China ha vadeado la crisis de forma manifiestamente mejor. La pandemia empezó allí y la administración Trump calculó que ello les iba a ayudar claramente en la guerra recién declarada, confundiendo deseos con realidad. La realidad a día de hoy es que el número de contagios y de muertos en China ha palidecido en comparación con Estados Unidos. Aparte de las diferencias culturales, más propicias a la hora de disciplinar a la población china, no hay que minusvalorar el hecho de que los chinos han sabido aprovechar las enseñanzas de una larga historia de pandemias, por lo que les ha pillado mucho más preparados. A esto hay que añadir un uso de las nuevas tecnologías que en Estados Unidos no hemos visto ni por el forro. El resultado es que mientras en EE UU nos preparamos para combatir la segunda ola, en China dan la pandemia por superada y se preparan para capitalizar la ventaja. Los resultados económicos del segundo trimestre, que han horrorizado a casi todos los países desarrollados empezando por USA, en China han superado a los del último trimestre de 2019; solo se le aproximan, pero por detrás, Taiwán Corea y Hong Kong. El dólar se ha devaluado frente a las monedas asiáticas. Mientras los consumidores de los países desarrollados se retraen de comprar (el ahorro promedio de la hogares americanos llega hasta el 30% de los ingresos) en China están recuperando los niveles de consumo y esto sin necesidad de que el gobierno haya subsidiado directamente a los consumidores, cosa que sí han hecho en USA y Europa. En USA van a desescalar los estímulos fiscales por temor a poner el déficit peor de lo que ya está. Para no hablar de las exportaciones, muy dañadas por la crisis mientras en China se mantienen y mejoran por el aumento de pedidos farmacéuticos y equipos de protección del personal sanitario. La disrupción de la cadena de suministros, a consecuencia de la pandemia y de la guerra comercial, de momento ha servido para que China aumente sus cuotas de mercado: Asia es el principal fabricante de productos manufacturados y eso no va a cambiar de la noche a la mañana. La balanza de pagos china empieza a mostrar excedentes, después de su caída en el primer trimestre, gracias a las exportaciones. Incluso sus importaciones han recuperado la normalidad.
Dado que la actuación de China ha superado con creces a los americanos, una consecuencia clara de los resultados del primer año de confrontación es que la tensión entre ambos países va a crecer. Estados Unidos está ansioso por recuperar el terreno perdido. Ojalá la confrontación se mantenga al nivel de guerra comercial fría que hoy estamos experimentando; pero si la situación sigue empeorando para EEUU y China se despega a una distancia inalcanzable todo puede pasar. Y en el caso de que Trump logre ser elegido para un segundo mandato presidencial en noviembre ¡que Dios nos coja confesados!
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