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Desde la adolescencia he sido aficionado al cine de terror. Los ciclos que proyectaban en el desaparecido cine Roxy colmaban mis miedos con películas que, vistas con ojos de hoy, resultan ingenuas. Tanto como las que asustaban a mi padre, que después de ver en ... El Astillero las de Fantômas regresaba a Villanueva con un amigo, cargando ambos con piedras en los bolsillos para defenderse de posibles asaltos del perverso personaje. Confundían ficción y realidad. («¡Qué bien han trabajado los hijos de Cañas!», decía mi bisabuelo Ramón Zarrabeitia Celaya –vasco de pura cepa, llegado a Cantabria por motivos de trabajo– tras ver alguna película en el cine de Guarnizo, en un local que regentaba la familia Cañas).

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