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La vida se le escapa en cada invierno, sus fuertes muros resistieron durante siglos al paso del tiempo y a las inclemencias, soportarían algún asedio si nos guiamos por su nombre, pero ya no pueden más, no aguantan el olvido y el abandono y, poco ... a poco, se desmoronan. En la orilla del Ebro, por las tierras de Valderredible, un poco antes de adentrarse en la histórica Castilla, se levantaba orgullosa y fortificada la torre de Cadalso, como estrategia y defensa del territorio. Era una más de ese mapa genuino que conforman las torres militares defensivas distribuidas por toda la región.
Poco sabemos de quienes la habitaron, aunque no estaremos demasiado descabellados si afirmásemos que alguno de los linajes principales que dominaron el territorio: los Villalobos, los Calderón, los Hoyos o los Rojas, sin descartar a la casa de Aguilar, fueran señores de ese solar. Tampoco descartamos vínculos con la abadía de San Martín de Elines o la más lejana de Santa María de Aguilar, el poder religioso en aquellos tiempos era evidente y ensombrecía a los señoríos. Un escudo pretendió ennoblecer aquellas paredes, hubiera aportado datos para rastrear el origen y propiedad de la torre, pero nunca se labró y luce vacío.
El torreón se construiría en esa línea que separa el Medievo y lo que vino a llamarse Edad Moderna. Posteriormente, en el siglo XVI o inicios del XVII, se añadiría esa construcción adosada con acceso por la portalada, que conformaba un patio con estancias alrededor. De recia construcción, luciría sobrio mostrando sus fuertes muros, sus ponderadas ventanas de arco apuntado, las saeteras defensivas, los pináculos en la cubierta (hasta hace poco se conservaba el último que ya se ha perdido) y su puerta adovelada que permitía el acceso y también lo impedía.
En la parte más alta de la torre se colgaría como defensa una estructura de madera, colocada en voladizo, con aspilleras en el frente y en la base, que permitían lanzar, al atacante que se acercaba a la puerta, todo tipo de armas arrojadizas, tales como piedras, saetas o aceite hirviendo, era el cadalso que, a falta de otro, dio el nombre a la torre.
Y tras aquellos tiempos, llegó el olvido, pero durante mucho tiempo la torre señaló el territorio y los viajeros la tenían como señal y lugar reconocible y de encuentro. El extenso Valderredible era señalado por hitos históricos que ahora todavía nos avisan de proximidades y de lugares.
En el año 1992 fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC). Los responsables culturales quisieron reconocer su importancia patrimonial, lamentablemente solo sirvió para rellenar un informe que no ayudó a su conservación, el olvido y el abandono la continuaron erosionando. Más recientemente, Hispania Nostra la incluyó en esa 'lista roja' que avisa de que ese bien corre un grave riesgo y que puede desaparecer, como desaparecieron las torres de Villapresente, la de Nates, la de Piedrahita en Linares y casi le sucede lo mismo a San Telmo en Santillana el último diciembre.
Hemos visitado muchas veces el lugar y el deterioro es progresivo y preocupante, si no se toma pronto una actitud protectora, la torre desaparecerá. Este año se ha derrumbado parte de la construcción exterior y la puerta y sus dovelas se deshacen. Describir el desmoronamiento que sufre, el hundimiento de sus paredes y cubiertas, escenificar el abandono y olvido absoluto de todos, incluso de aquellos que la catalogaron, la declararon BIC y pusieron un cartel explicativo, y que de alguna manera debieran protegerla es poco gratificante y desanima. Esto no debe ocurrir, no podemos permitirlo, alguien de las futuras generaciones nos pedirá en algún momento explicaciones y responsabilidades y no sabremos que decir porque no habrá nada que explicar, solamente decir que fuimos incapaces.
Cuanto nos gustaría decir lo contrario, querríamos no tener que escribir estas líneas, no debiéramos hacerlo si las cosas fueran de otra manera, pero somos por estas latitudes una sociedad que olvida con facilidad de dónde venimos, que parece que no le interesa nuestra historia, sin la cual no seríamos ahora lo que somos, y que nos proporciona nuestra singularidad. Debiéramos cuidarlo, es el vínculo que nos une al pasado, al de nuestros padres y al de nuestros abuelos y como decía John Ruskin; «es el único medio del que disponemos para mantener vivo un vínculo con el pasado, al que debemos nuestra identidad y que es constitutivo de nuestro ser».
Pero por algún motivo no lo hacemos, ni lo queremos conocer, ni pretendemos protegerlo y tampoco parece que los que tienen más responsabilidad lo hagan. Lamentablemente hemos sido y seguimos siendo destructores.
Nada contribuye mejor a afianzar la cultura de un pueblo como sedimentar y fortalecer los pilares en los que se apoya su memoria y estos son su Historia y su Patrimonio, por esto es tan importante conservarlos porque perder la memoria es perder la identidad. Recuperar este lugar es únicamente consolidar la ruina y evitar que continúe el deterioro. La torre de Cadalso en Valderredible, olvidada y lejana corre el peligro de desaparecer y aunque no todos tenemos la misma responsabilidad, todos seremos culpables y responsables de otro fracaso.
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