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Escribir sobre la conexión ferroviaria de Cantabria tanto con el sur como con el este o con el oeste es tarea vana. Quienes deberían escuchar hacen oídos sordos, los que tienen que actuar se mantienen inmóviles a la espera que el tiempo pase y los ... cántabros nos olvidemos del abandono y la incuria a la que los gobiernos -todos los que han tomado decisiones desde la república- el franquismo y la democracia, nos tienen sometidos.
En la lista de los afectados tampoco debemos eludir nuestra responsabilidad. Protestamos poco y apenas si actuamos para conseguir que quienes deben tomar decisiones lo hagan, aunque sea solamente por quitarse de encima la presión de un pueblo. Cantabria se siente orgullosa de haber plantado cara al imperio romano y ahora es incapaz de hacerlo ante un gobierno democrático.
El último ejemplo ha sido, en sí mismo, toda una lección. Regresaban políticos y empresarios satisfechos del papel protagonizado en Fitur, en Madrid, y el tren en el que viajaban no hizo excepción y se paró por la meseta, en Alar del Rey, con casi trescientas personas a bordo. Todo el oropel desplegado en los pabellones de la feria turística se vino abajo ante una realidad incuestionable: no podemos ofrecer a los turistas un viaje en tren seguro, puntual, rápido y barato. Viajar en el ferrocarril que nos conecta con el sur es casi hacerlo como un trayecto de aventura.
Escucho a quienes utilizan el servicio de cercanías. Las quejas son constantes. El trayecto Santander-Torrelavega emplea casi media hora... para recorrer la sideral distancia de veinte kilómetros. Para mayor agravio, los retrasos son frecuentes. Únicamente se puede ver la parte positiva si se enfocan los viajes con un aliciente aventurero.
Los cercanías han experimentado un retroceso en la duración de los viajes para incrementar las medidas de seguridad. ¿Tan complicado es mejorar la seguridad sin por ello perder eficiencia? Los ejemplos de que velocidad y seguridad son compatibles están a la vista: basta con viajar en cualquier tren que circula a más de cien kilómetros por hora.
El servicio ferroviario en Cantabria, tanto en larga distancia como en cercanías, es un verdadero desastre, una afrenta a los cántabros. Si mantenemos esta actitud de sumisión, de aceptar que no es posible mejorar de forma inmediata y a fondo las prestaciones ferroviarias, nada se hará para mejorar un elemento vital, tanto para la economía como para el bienestar de la población.
Ha llegado el momento de elevar la voz y, de manera conjunta la derecha y la izquierda, exigir -no pedir, ni solicitar- al gobierno de España que actúe de inmediato. Es posible adoptar medidas que sirvan para que quienes gobiernan comprenda la seriedad del problema ferroviario de la región.
¿Por qué no pedir que cualquier ministro o alto cargo deba utilizar el tren cuando quiera venir a Cantabria? Quizás al experimentar las incomodidades, la lentitud y los retrasos comprendan las razones de quienes vivimos aquí. Ahora que estamos en año electoral los políticos que quieran explicarnos sus programas, tanto municipales, como regionales o nacionales, deberían hacerlo en tren. Quienes no lo hagan tendría que sentir el rechazo de los cántabros.
Los cántabros tenemos que reclamar, con insistencia y con ruido si es preciso, que el estado de las vías férreas se repare de inmediato. No es asumible que el inicio de las obras para mejorar las vías entre Palencia y Reinosa sirva de coartada para mantener la presente situación durante los años, que son precisos para tener concluida esa nueva vía.
La mayoría de las ciudades españolas tienen conexión AVE y otras capitales están próximas a alcanzar ese estatus. Cantabria ha renunciado al tren AVE hasta Santander y hemos asumido que hasta las próximas décadas sea Reinosa el final de las nuevas vías. Ese sacrificio debería tener una clara contrapartida: mejorar a toda prisa y con la inversión necesaria la actual infraestructura entre Santander y Reinosa. En paralelo adecuar los trenes de cercanías, que tienen un tráfico intenso y que prestan servicio a miles de personas, a unos estándares mínimamente dignos.
El ferrocarril es el medio de transporte menos contaminante y más seguro. En la lucha contra el cambio climático, el tren es una herramienta muy útil, pero en este rincón del norte de España es poco menos que imposible utilizarlo. Quienes vivimos en esta comunidad autónoma, todos, sin distinción de colores, debemos alzar la voz y presionar, legítimamente, al gobierno para poner fin a esta discriminación.
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