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El triste rugido de unos pocos

Dos o tres idiomas amplían las posibilidades de amarnos, de vivir en cercanía, en concordia o complementariedad

Jueves, 23 de diciembre 2021, 07:20

Como cada mañana desde hace muchos años, me pongo en pie a primera hora de cada día, oteo desde la ventana el horizonte que me ofrece la bahía, hermosa como ninguna otra, especialmente de madrugada, y observo al fondo que aparecen unos rayos luminosos , y ... muy lentamente se van haciendo visibles hasta alcanzar, empujados por una bola de fuego, las fachadas de los edificios que la rodean. Es una imagen inigualable que cambia con los días, incluso con los minutos, de color, de intensidad, de profundidad, incluso hasta de forma, provocando un ambiente entrañable lleno de belleza amable y conmovedora. Uno quisiera parar aquí el tiempo, el ambiente, las sombras y los resplandores, pero los rayos se hacen más poderosos cada segundo que transcurre, brillando su luz con mayor esplendor, preludio del día, ignorando lo que este nos esconderá, porque estamos frente a un enorme misterio.

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