Turismo, alternativa parcial
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Para que siga siendo un pilar a futuro se deben mejorar, entre otras, la desestacionalización o las infraestructurasTras dos años en los que la movilidad ciudadana se ha visto seriamente restringida debido a la pandemia, este último verano se ha mostrado como extraordinario para el turismo, tanto el de origen nacional como el proveniente del exterior. La actividad turística, en efecto, ha ... vuelto a convertirse en uno de los motores del crecimiento económico y generación de empleo en nuestro país y, salvo nuevos accidentes en el camino, se espera que siga así. Y, sin embargo...
Representando aproximadamente el 15% del PIB y el empleo nacionales, no cabe ninguna duda de que el turismo, que es una actividad de servicios, puede considerarse, a todos los efectos, como la primera industria española. Pese a ello, y tal y como ha evidenciado la pandemia, se trata de una industria de alto riesgo, ya que está sometida a múltiples avatares de naturaleza económica, política y social, que pueden incidir sobre la misma tanto para bien como para mal. Es por ello que, amén de tratar de fortalecerla todo lo posible, también deberíamos actuar en la dirección de diversificar nuestra base económica, haciéndola más industrial, más digitalizada, más verde, más resiliente; en definitiva, menos dependiente de la actividad turística pues, como reza el refrán, 'no es bueno poner todos los huevos en la misma cesta'. Si somos inteligentes y aprovechamos la ocasión, los fondos Next Generation nos ofrecen una oportunidad extraordinaria para avanzar en la dirección apropiada.
Pero, habiendo sido el salvavidas de nuestra economía durante mucho tiempo, ¿por qué no conviene centrarnos excesivamente en el turismo? Porque, si bien es cierto que, por condiciones climáticas, culturales, geográficas, etc., España es un destino turístico de primera magnitud, se trata de una actividad extraordinariamente débil. Y lo es, sobre todo, por tres motivos.
En primer lugar, porque su competitividad (y no hay ninguna duda de que en este ámbito somos uno de los países más competitivos del mundo) está basada mucho más en los precios que en la calidad (aunque esta ha mejorado considerablemente). Las personas que hacen turismo en nuestro país, sean nacionales o extranjeras, se involucran, como norma, en un turismo barato, con un reducido gasto diario; además, hay que subrayar que, en el caso de los extranjeros, el turismo está muy mediatizado por el papel de los tour operadores, que se llevan una buena parte de los beneficios.
En segundo lugar, el turismo es una actividad que, en líneas generales, aporta poco valor añadido. La preparación de las personas que trabajan en el sector tiende a ser escasa, una buena parte del empleo es precario y, como consecuencia, la productividad es baja: de ahí que la dualidad sea otra característica de su mercado de trabajo. En consecuencia, y como indiqué previamente, la competitividad está basada, en esencia, en los precios.
En tercer lugar, se trata de una actividad sometida a múltiples riesgos. Por un lado, tenemos la enorme dependencia del turismo extranjero, por otro la extrema vulnerabilidad a perturbaciones exógenas (la pandemia es el último y mejor ejemplo al respecto), y, por otro, tenemos la creciente competencia internacional por parte de muchos países en vías de desarrollo que, aunque con menos estabilidad y seguridad que la nuestra, cuentan con condiciones de entorno equiparables a las de nuestro país, pero con precios más reducidos. Asimismo, y aunque todavía no sea un elemento decisorio, a todo esto hay que añadir la preocupación creciente por la preservación del medio natural y la reducción de emisiones de CO2, algo a lo que, hemos de convenir, el turismo de masas (que es el que tenemos) no ayuda demasiado.
En definitiva, reconociendo que el turismo es un pilar básico del desarrollo económico español desde hace más de medio siglo, no cabe ninguna duda de que, para que lo siga siendo en el futuro, necesita mejorar en al menos cuatro aspectos: la desestacionalización, pues sigue estando centrado en unos periodos muy concretos; la profesionalización de quienes desarrollan la actividad, sobre todo en muchos ámbitos de la hostelería; la modificación paulatina de los destinos, de forma que, sin dañar al turismo de playa, el turismo de interior, montaña y cultural gane enteros; y, por último, la mejora permanente de las infraestructuras. Aun ahondando en todos estos aspectos, algo que, por cierto, ya se está haciendo, la competencia será cada vez más encarnizada y difícil, por lo que, hay que insistir de nuevo, tenemos que seguir mejorando, ampliando y diversificando nuestra base económica.
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