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Tras algo más de dos años en los que el turismo, sobre todo el internacional, no levantó cabeza en nuestro país, las previsiones sobre el desempeño de la principal «industria» nacional para el año en curso, y especialmente para el verano, son muy halagüeñas. Ante ... una situación tan prometedora cabe preguntarse si el sector (la «industria») estará o no a la altura de las circunstancias, si será capaz de cubrir las expectativas en él depositadas. Teniendo en cuenta la experiencia del pasado, me atrevería a decir que sí, que la respuesta es positiva, aunque hay dos elementos, por lo menos dos, que dan pie a alimentar ciertas dudas al respecto: el primero se refiere a las importantes subidas de precios del alojamiento en establecimientos hoteleros y no hoteleros, y el segundo a la falta de personal en algunos ámbitos relacionados con la hostelería.
Reconociendo que el primero de estos elementos puede limitar nuestra competitividad turística en beneficio de terceros países, quiero centrarme en esta ocasión en el segundo, pues son muchas las voces de empresarios del sector que se quejan de que, para determinados puestos de trabajo (camareros, cocineros, recepcionistas, etc.), son incapaces de cubrir las vacantes disponibles. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puede ser que, en un país con más de tres millones de parados, sea tan complicado encontrar personas dispuestas a trabajar?
De acuerdo con el análisis económico convencional, el incumplimiento de lo que se conoce como curva de Beveridge (la existencia de una relación inversa entre vacantes y desempleo) es debido a lo que técnicamente se conoce como 'mismatch', o desajuste entre oferta y demanda de trabajo. En el caso que comentamos, y aunque la respuesta a las preguntas anteriores no sea sencilla pues son muchos los factores que entran en juego, me parece que hay dos que priman sobre todos los demás: por un lado, la falta de cualificación de potenciales candidatos y, por otro, los reducidos incentivos económicos (sueldos) y las, a menudo, exigentes condiciones laborales (largas jornadas, horarios intempestivos, precariedad, etc.) de quienes finalmente trabajan en el sector.
El primer problema puede achacarse, en parte, a la incapacidad de nuestro sistema educativo para formar profesionalmente a las personas que necesita el sector hostelero. Este es un problema estructural que intenta salvarse con reformas de la formación profesional, pero que, al menos de momento y pese a las mejoras introducidas en la misma, sigue pendiente de resolución. En todo caso, hay que decir que esta falta de adecuación del sistema educativo no es extrapolable directamente a la enseñanza universitaria, pues esta tiene más funciones que la estricta de suministrar mano de obra cualificada al mercado de trabajo.
El segundo problema, aparentemente más sencillo de resolver, es el que ha dado lugar a un reciente enfrentamiento de posiciones entre la patronal, por un lado, y los sindicatos y el gobierno, por otro. Según la patronal, una parte importante del problema reside en que, ante las ayudas públicas recibidas, a muchos parados nos les sale a cuenta trabajar; esto puede ser cierto en algunos casos, pero no es, al menos eso creo, la norma. Coincido más con la posición de gobierno y sindicatos, que sostienen que una de las principales causas del desajuste son las condiciones laborales de muchos empleados de hostelería, que son poco o nada atractivas, por las muchas horas que es necesario dedicar, porque es necesario dedicarlas cuando los demás disfrutan de su ocio, por la escasa retribución percibida y, en ocasiones, por el elevado precio de la vivienda. Aunque no ayude mucho, o quizás nada, valga recordar que este no es únicamente un problema español, sino que también está presente en otros países. Como dijo Biden en referencia a que en los Estados Unidos los empleadores no podían encontrar trabajadores, la solución es muy sencilla: pay them more (págales más). En definitiva, que es un problema recurrente, pues casi todos los años salta a la palestra, y puesto que, en esencia, se conocen los motivos que lo acarrean, no debería ser difícil de resolver, si de verdad hubiera voluntad para ello.
A tenor de lo expuesto, la solución al problema debería descansar sobre dos pilares: una mejor cualificación de los trabajadores (tanto a través de los centros de formación profesional como de las escuelas de hostelería) y unas mejores condiciones laborales (no sólo en lo que atañe a los salarios abonados a los trabajadores sino, también, en lo que concierne a precariedad del empleo que desarrollan).
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