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Siguiendo a los juristas, filósofos, escritores, políticos y oradores del Senado romano, que defendían el lema «deténganse las armas ante la toga y sean las alabanzas para la palabra» –aunque luego se zurraban, liquidaban o envenenaban de lo lindo y a destajo– deberíamos de seguir ... sus designios aunque aquí, en nuestro querido país, cuyo Parlamento por cierto aloja un buen número de antipatriotas y zascandiles 'pegapatadas' que habrá que botar (con b) algún día, aunque no es fácil, porque no se maneja muy allá la palabra y el veneno se sigue repartiendo a dentelladas casi a diario y con malas formas. Lo que obliga a estar siempre a la expectativa y con el arcabuz montado, por si acaso, para una respuesta rápida a ¿contra quién?, pues lo lógico es que sea contra algún ministerio ¡hay tantos! Y tan flojitos.
Pero no es el día, hoy no toca.
Sin embargo, hace unas fechas, claro que hubiera sido el turno del de Interior (le toca siempre) y a su comportamiento –Puigdemont– inexplicable, o al de Asuntos Exteriores por el mismo tema, además de la chapuza del hospedaje del líder del Frente Polisario, o al de Comercio dirigido por un comunista que felicita a los que pegan a policías, o al de Universidades y su pereza crónica, aunque esté mejor dormido que legislando.
Pero hoy no es el día para estas reflexiones. Hoy no toca. Es el día para la alabanza, incluso para el optimismo. El día del disfrute, el de poder salir con cierta seguridad a la calle: menos de 50 casos de incidencia acumulada en 14 días nos avalan.
El virus se ha acoquinado y está reservón, y aunque no nos fiemos de él, ya no nos causa tanto dolor como antaño aunque nunca sea poco. Pero lo es si lo comparamos con épocas pasadas de tan duro manejo y de tan difícil olvido, ahora que están lejanas.
Nos vacunamos bendiciendo a la ciencia –nada más justo– y nos pinchamos supervivencia tras el susto, y ahora llega la recuperación. Primero atenderemos la parte recuperable con pasta, que es la fácil aunque sea difícil por el buscar el dinerito y repartirlo bien, que habrá que ver cómo lo hacen. Pero, ¿y la otra parte afectada, la de dentro, la del coco? ¿La que quede después del sinvivir? Habrá también que vacunarla, necesitamos también un pinchazo de alma, una vacuna segura que ayude a nuestra recuperación anímica como país.
Lo necesitamos más que las subvenciones, o que el baile entusiasmado, o que los taburetes en barra si van a ser para llorar penas codo en ristre. Necesitamos una aguja que se clave en nuestras conciencias y que espabile a nuestro ánimo. Somos una gran nación y llegó el punto justo de demostrarlo.
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