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Una vez conocido el ingente volumen de recursos que va a poner la Unión Europea al servicio de los países miembros para superar los negativos efectos sociales y económicos generados por la pandemia, y a la espera de aprobación por los distintos países, así ... como de los procedimientos de ejecución, surge la necesidad de elaborar proyectos susceptibles de acceder a los recursos, que en el caso de España ascenderán 140.000 millones de euros.
Todas las comunidades autónomas españolas, las organizaciones empresariales, ayuntamientos, diputaciones, universidades, 'think tanks' (laboratorios de ideas) de la sociedad civil, etc.., han comenzado a elaborar proyectos para elevar en su momento al Gobierno de España y posteriormente a Europa. En algunos casos (Galicia, País Vasco, Navarra, Valencia…) los proyectos forman parte de un Plan Integral diseñado en los últimos meses. En otros casos, como Cantabria, se está en una fase más inicial recabando en estos momentos iniciativas que se puedan convertir en proyectos.
Hay que destacar que la distribución de los recursos será hacia proyectos y no tanto hacia territorios. Han de atender a los criterios marcados por la UE, que claramente indican que los recursos son finalistas. Han de servir para promover inversiones que hagan crecer la economía de una forma sólida y creadora de empleo y bienestar social en el marco de la transición ecológica justa y la digitalización de la economía, junto con la autonomía estratégica en sanidad y producción. Además, han de tener junto a la dimensión inversora, la reformadora. Es decir, no serán inversiones gastadoras sino con un objetivo transformador de largo alcance de la economía, de la empresa y del territorio.
Este último apartado es importantísimo para Cantabria. Estamos ante la oportunidad histórica de superar una inercia paralizante en la economía de la región. No hemos superado todavía las consecuencias de la Gran Recesión y nos abocamos a las del covid-19.
Antes del confinamiento nuestra economía iba rezagada con respecto a la media española. Algunos datos para demostrarlo. A finales de 2019 teníamos 26.000 empleos menos que antes de la crisis de 2008 (en términos de contabilidad regional). El número de horas trabajadas era un 13% inferior. El PIB per cápita era siete puntos inferiores a la media. En el periodo 2010-2019, nuestro PIB creció, de media anual, la mitad que en el conjunto de España. Esta es la inercia y tenemos la oportunidad de encararla.
La respuesta no puede ser un saco lleno de proyectos a presentar al Gobierno de España, incoherentes entre sí, en algunos casos, y fuera del marco de prioridades establecido por Europa y el Gobierno de España. Conviene advertir que este último ya ha explicitado cuáles son los seis ejes de inversión sobre los que se han de evaluar los proyectos para elevar a Europa:
1.- Transformación Digital.
2.- Inversión en transformación verde/ecológica.
3.- I+D+i.
4.- Educación y Formación Profesional.
5.- Hacer más eficientes los servicios públicos.
6.- Reforzar el entorno agrario y rural.
Eso es precisamente lo que necesita la economía de Cantabria para romper la inercia. Es decir, alcanzar una economía más competitiva y productiva, que cree más y mejor empleo remunerado. Que fortalezca el tejido empresarial, lo vincule a las fuentes de talento, con especial atención a la universidad (impulsando la trasferencia de conocimiento), lo digitalice e industrialice más y lo abra más al exterior. Y junto a todo eso, unos servicios públicos eficientes que den respuesta a las necesidades de la población y, además, contribuyan al I+D+i y al desarrollo económico. En definitiva, una economía más sostenible, digital e inclusiva.
Un aspecto no menor es el tiempo. La UE se marca el objetivo de que los países comprometan un 70% de los fondos de subvención para finales de 2022, y el 30% restante de subvención se debe comprometer para finales de 2023, con un plazo de ejecución hasta 2026. En un momento en el que las expectativas de recuperación se ralentizan en toda Europa, es imprescindible la velocidad en la ejecución de los proyectos.
Este último punto supone un desafío para la administración y va a hacer más necesaria la colaboración público-privada. Desde mi punto de vista algunos proyectos, que ya se han anunciado en el ámbito regional, difícilmente podrán cumplir el horizonte temporal.
El campo de juego está delimitado, el reto va a estar en la capacidad de formular proyectos que cumplan con los ejes descritos y se puedan ejecutar en el tiempo convenido. Ante las dificultades puede surgir la tentación de presentar un saco lleno de proyectos, muchos de ellos sin cumplir las directrices, y argumentar después que el Gobierno nos castiga si un elevado número de ellos no son elegidos. Tal estrategia sería, desde mi punto de vista, un fraude en las expectativas generadas en la recuperación económica y social de Cantabria y, lo que es peor, no romper la inercia que paraliza nuestro desarrollo, lo que nos condenaría al ostracismo durante muchos años.
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