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A raíz del 11 de septiembre de 2001 publiqué una treintena de artículos en El Diario Montañés que intentaban dar cuenta del cambio de paradigma que los atentados de las Torres Gemelas habían introducido en el panorama internacional. Traigo a colación una pequeña ... muestra para poner de manifiesto la ominosa nube que ya entonces flotaba en el ambiente.
«Tras la implosión del imperio soviético asumimos que EE UU se convertiría en la única superpotencia mundial; Europa ocupó un segundo término, bien situada, y China decidió fortalecerse política y económicamente pues a un imperio fuerte el resto se le da por añadidura. Un nuevo equilibrio internacional quedaba así establecido ¿o no? Algunos agoreros profetizaron un inevitable choque de culturas entre Occidente y el Islam. La sorpresa fue comprobar que su opinión era ampliamente compartida... ¡Por el fundamentalismo islámico! Según estos, la destrucción de las Torres sería un episodio en la lucha por construir un califato -de Marruecos a Pakistán- que ocupe el hueco político dejado por la URSS. Por si esto fuera poco, Bush II parece interesado en recalentar el recurso a la guerra en Oriente Medio. El plato está servido, ¡cuidado! que quema» (29 de septiembre de 2001).
«Para prosperar en un medio que se resiste a satisfacer nuestros deseos y necesidades, los humanos nos hemos dotado de reglas del juego que aspiran a lograr un cierto grado de armonía en la sociedad. Cuando dicho equilibrio se deteriora, los anhelos reprimidos bullen a la espera de su oportunidad y pueden muy bien enconarse -odio, resentimiento- entre los más desfavorecidos; mientras en los corazones de los más afortunados pudiera estar creciendo una avaricia sin límites. Es como si todos los lugares conflictivos del planeta vieran en la crisis la oportunidad de reordenar el mundo de forma más acorde con sus ambiciones. Ese iceberg en cuya punta vemos a Bin Laden ha sabido elegir el momento oportuno: el zarandeo de la economía mundial por un capital global especulativo sin aparente freno ni medida. ¿Cómo puede pensarse que esta estampida hacia delante puede continuar indefinidamente?» (6 de noviembre de 2001).
«El norte de África y Oriente Medio están dominados por regímenes antidemocráticos, nacionalismo étnico y fundamentalismo religioso. EE UU porfía en cambiar el régimen de Irak, romper por ahí el potencial anudamiento entre ellos. Para que el mundo acepte el nuevo equilibrio mundial impuesto por el Imperio, primero tiene que convencerse de que nada va a conseguir por otros medios. EE UU tiene, pues, que dejar claro quién tiene el monopolio de la violencia. Incluso la ONU deberá aceptar la 'Pax Americana' si no quiere verse reducida a la inanidad» (25 de septiembre de 2002).
«La diferencia entre la política nacional y la internacional es que en la primera hay un gobierno que ejerce el monopolio de la violencia e impide así que se recurra a la violencia para resolver los conflictos internos. En el régimen internacional el equilibrio entre las potencias se alcanza a través de la composición de fuerzas, es decir, mediante un equilibrio de poder. Normalmente dicho equilibrio se presenta bajo dos formas, multipolar y bipolar; el equilibrio multipolar ha predominado los últimos 250 años, coincidiendo con la creación de los estados-nación. Tras la II Guerra Mundial se mitigó la anarquía internacional con una institución representativa, la ONU, donde cuatro grandes potencias dominaban el Consejo de Seguridad. Con la llegada de la Guerra Fría tal orden se redujo a dos -USA/URSS- y, tras la desintegración de la URSS, quedó USA como única superpotencia: fin de la bipolaridad y establecimiento de la 'Pax Americana'. Solo que la esperanza puesta en este nuevo orden internacional se esfumó el 11S. Los inflamados sentimientos neoimperialistas americanos pasarán a la historia y se volverá a establecer un equilibrio multipolar: Estados Unidos seguirá manteniendo una superioridad militar inigualable, China habrá logrado ser la primera economía mundial y Rusia recuperaría su estatus de gran potencia» (8 de noviembre de 2002).
«Pero los tradicionales equilibrios de poder se vuelven inanes cuando los países débiles tienen la posibilidad de usar la mezcla explosiva de terrorismo y armas de destrucción masiva [p.e. Pakistán]. El sistema queda sobreseído y en su lugar aparece de nuevo la anarquía. Las viejas instituciones se convierten en irrelevantes y sólo se producen alianzas ad hoc en función del objetivo a cubrir. Esto nos retrotrae al modelo hobbesiano donde se presentan dos alternativas: la anarquía o el absolutismo. Los dirigentes amenazan con la anarquía si no se acepta su absolutismo; pero no se sabe que es peor si la anarquía que viene o el fascismo que la sigue» (2 de abril de 2003).
Hoy sabemos que EE UU perdió la guerra de Irak y ahora reconoce haber perdido la de Afganistán. USA tendrá que meter en un cajón el proyecto de establecer un orden mundial unipolar y poner en marcha el plan B (con b de bipolar). Hablaremos de ello la próxima semana.
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