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El vértigo y el amor a la política tienen muchas coincidencias. Usualmente conviven y no lo hacen porque ambos sean una enfermedad o que los dos sean patológicos ni porque la política tenga condiciones mareantes, aunque podría interpretarse así.
Escuchamos a diario decir que la ... política y los políticos son el fiel reflejo de la sociedad y entonces sus defectos son nuestros defectos. No se ven a priori, por otro lado, muchas virtudes para compartir, aunque las haya. Podríamos decir en puro equilibrio que los defectos se ven más aunque se traten de disimular por el que manda a través de reglamentos y cierto corporativismo, escapando un tanto de la visibilidad.
Pero lo que sí destaca de la política, y se hace en ese caso descarnado, es el estado vertiginoso que desencadena siempre que surgen crisis intempestivas como la que acabamos de vivir.
Una crisis vertiginosa posicional es la que siempre hace que aflore el estado nauseoso peculiar. El vértigo nace casi siempre de la mirada al vacío a nuestro alrededor, de la soledad y el político lo sufre porque al fin y al cabo al final siempre está sólo ante la gente, como el médico lo está ante el paciente, y a partir de esa realidad tiene que ser capaz de manejarlo.
Ganarle al vértigo no es fácil porque dificulta el fijar la mirada en una sensación desagradable de difícil descripción, provocada siempre por acontecimientos desmesurados como los que acabamos de vivir en el Partido Popular.
En estos días ha lucido en medio de tanta tensión la parte oscura de la política, atropellada y subterránea, que supuso un manual exhaustivo concentrado de lo peor. Quizá fuera necesario para poder degustar lo mejor más tarde. Ojalá.
Porque durante estos días deslumbraron sobre todo los pecados capitales, aunque para aquellos no iniciados en cuestiones religiosas les llamaremos 'pecados gordos' si les parece, que serían un compendio de los pecados mortales y capitales, con los pecados veniales que son escasos. Un poco de todo.
En esta semana de convulsión política descomunal afloraron entonces la mayoría de los 'pecados gordos' como un pueblo en un pantano con sequía, de forma desnuda, mostrando sus piedras y sus ruinas
La insensatez o el rencor, por ejemplo, la infidelidad o la mentira, todas aparecieron con un toque de envidia o de ensañamiento. También se pudo apreciar el desprecio, ¿y la puñalada? Los casos de puñalada a la ingle fueron paradigmáticos, increíbles y tan sutiles que sólo se pudieron comprobar por el reguero de sangre. Además, se pudo vivir a tope la traición, que tiene muchas fórmulas que pocas veces se pueden palpar tan numerosas, como en este caso en el que sobre todo destacaron las traiciones «de los que a uno se lo deben todo», que suelen ser frecuentes, y asimismo destacaron las de oportunismo o resentimiento, que también las hubo.
Y no olvidemos las maledicencias o los chascarrillos, que son de los veniales que mencionamos más arriba, que no suele haber muchos pero que en este caso se multiplicaron durante un par de días y luego ya no hicieron falta. Por no hablar de las acusaciones y de los codazos. Estos fueron tremendos, de los de tarjeta roja en el fútbol cuando impactan en los morros.
Y por último, tratándose de españoles no pudo faltar como se temía, un regusto de envidia y cómo no, en toda la semana de autos no faltó la picaresca en sus diversas presentaciones, sólo faltaba.
No se puede vivir por lo tanto sin la presencia del vértigo en todo su esplendor, que de forma ocasional y muy incómodo sabemos que tiene cura, difícil, pero la tiene.
Y cuando desaparece, se ve entonces sin nistagmus, sin movimiento ocular, ya sin mareo, lo mejor de la política, que seguramente a velocidad de crucero querrá ver y sobre todo recordar Pablo Casado, tratando de olvidar aunque no pueda del todo, lo borrascoso.
En su flash recordatorio y ya sin vértigo verá transcurrir las notas de sus errores, que los hubo, vaya si los hubo, pero se verá también el lado dulce de la política, la capacidad vivida de servicio público, la posibilidad de haber hecho cosas, el regocijo de haber ganado elecciones aunque no fueran las deseadas y, sobre todo, la gran satisfacción de haber fabricado deseos con los españoles, algunos importantes y el increíble gozo de haber podido resolver problemas y ayudar a la gente.
Si revisa esa parte a fondo comprobará que no estuvo tan mal el camino y que la política en su cara decente ofrece mucho y es fantástico haber podido vivirla. Ojalá le sirva de consuelo.
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