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¿Es acaso una urna un buen baremo de excelencia?El analista político chino (e inversor de capital riesgo) Eric Li ha publicado, en el prestigioso semanario británico 'The Economist', una tribuna titulada «La derrota de la democracia occidental y el ascenso de la 'vía china'», resaltando las taras de los sistemas democráticos occidentales y ... lanzando un alegato en defensa del sistema meritocrático que apuntala al gobierno y liderazgo chinos.
Para muchos, las palabras democracia y china tal vez representen, juntas, un oxímoron. No es eso, sin embargo, lo que defienden los líderes chinos actuales que promueven, precisamente, una relectura del término democracia para desafiar la supuesta apropiación que -según ellos- Occidente ha hecho de esa palabra, de su significado y de los modelos de gobierno que es capaz de etiquetar. Precisamente, a las puertas de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno 2022, el gobierno de la República Popular China ha publicado un libro blanco que repasa el desarrollo de su propio proceso democrático. El documento en cuestión se titula: 'China: la democracia que funciona'. Además de conceptualizar y redefinir el término democracia, el gobierno chino desgrana la evolución del modelo ideológico, político, económico y social que ha llevado a China, en muy poco tiempo, a proporcionar a la población un nivel de bienestar que, en Occidente está actualmente en franco retroceso. De esta manera, Pekín se apropia de parte de un discurso -en torno a la democracia- que, liderado por Estados Unidos, intenta excluir a China.
Respecto al sistema occidental, Eric Li, en su artículo, lanza 5 preguntas que pretenden, cuando menos, generar un debate. Las reproduzco aquí:
1. ¿Qué hay de bueno en tener elecciones si estas producen líderes mediocres con un electorado permanentemente atascado en continuos ciclos de 'elección y desencanto'? 2. ¿Qué hay de bueno en un sistema judicial independiente que solo protege a los ricos? 3. ¿Qué hay de bueno en la separación de poderes si está secuestrada por grupos de interés que bloquean las reformas necesarias? 4. ¿Qué hay de bueno en la libertad de prensa -o la libertad de expresión- si corroe a las sociedades generando división y disfuncionalidad?
Por último, Eric Li plantea: «¿qué hay de bueno en los derechos individuales si provocan millones de muertes evitables, tal y como ha sucedido en muchas democracias liberales durante la pandemia?». La polémica está servida pues, cuestiones terminológicas aparte, algunas de sus preguntas siembran dudas plausibles.
El 'sistema chino' ya es, para países en vías de desarrollo de todo el mundo, un modelo a seguir y una alternativa rápida, eficiente y útil al modelo democrático liberal que promociona Occidente. Haber sacado a 800 millones de personas de la pobreza con un crecimiento medio interanual del PIB en torno al 10% en los últimos 40 años y haber logrado controlar eficazmente la pandemia son algunos de los grandes logros y credenciales que avalan al 'modelo chino'. Para el gobierno chino, estos dos motivos son suficientes para desafiar el supuesto «carácter universal y óptimo» del sistema democrático liberal occidental.
'The Economist' (un medio libre de toda sospecha de simpatizar con el Partido Comunista chino) ha hecho bien en invitar a Eric Li para expresar su opinión, cediéndole una larga tribuna para expresar su visión del mundo y de la democracia. Precisamente, ese es uno de los mayores logros del sistema democrático occidental. En eso radica el principal valor de la libertad de expresión: gracias a ella, un analista político chino puede expresar sus fundadas dudas sobre la solidez de la democracia occidental, vertiendo -libre y legítimamente- su crítica a un sistema cuyos valores amparan, precisamente, esa libertad que le permite expresar su opinión.
Este tipo de 'llamadas de atención' deben espolear la capacidad autocrítica que caracteriza a los sistemas democráticos occidentales; en este tipo de desafíos, nuestra capacidad de reinvención e innovación debe encontrar revulsivo para superar, precisamente, los nuevos retos que hoy plantea China. La respuesta no puede ser dogmática ni etnocéntrica pues, no nos engañemos, nuestro sistema dista mucho de ser perfecto (el sistema chino tampoco lo es). Los chinos no tienen inconveniente en estudiar, integrar y adaptar en su gobierno cuanto consideran útil de sistemas y modelos extranjeros. ¿Qué habría de malo en adoptar nosotros algunos de los elementos virtuosos que caracterizan al modelo chino, como por ejemplo su meritocracia? ¿Es acaso una urna un buen baremo de excelencia? ¿No estaríamos mejor gobernados en manos de gestores solventes, expertos acreditados y profesionales experimentados que hayan accedido a puestos de responsabilidad a través de un concurso de méritos además de respaldados por las urnas?
Si queremos que nuestro sistema sobreviva tenemos que perfeccionarlo (mucho) y, para ello, debemos abandonar preguntas mal planteadas como, por ejemplo: ¿por qué los chinos no son como nosotros?. Preguntémonos, en cambio: ¿por qué deberían ser los chinos como nosotros? Y viceversa.
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