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Lo ignoraba y lo siento, incluso siento cierta vergüenza como ciudadano. Es humillante, vergonzoso e inadmisible para una sociedad solidaria, equitativa y culta, que hayan sido asesinadas cerca de 2.000 mujeres -1.076 mujeres, según las estadísticas oficiales, pero son más- por sus verdugos ... o compañeros, desde que comenzó su triste contaje. En la semana anterior, cuatro en tres días. Es algo que se pudiera corresponder con un accidente masivo, donde desaparecen hasta las campanas de la iglesia del pueblo. No puede ser, hemos de adquirir un compromiso social que nos permita ser vigilantes y actuar en consecuencia.
El comienzo del penoso y desgraciado proceso, generalmente, es sencillo y sutil. No se observan estridencias. Él, impresiona por tener un comportamiento normal, incluso amable y seductor, hasta gusta a las amigas de la potencial 'pieza'. Persiste y persiste, y da comienzo una aproximación, que cristaliza en poco tiempo en una relación de pareja, en principio de tanteo, aunque él ya comienza a descubrirse sin darse cuenta.
En el tiempo, propone cada día con mayor grado de insistencia el alejamiento, primero de las amigas -«¿por qué tenemos que compartir algo nuestro, con nadie?»-, de este modo, el alejamiento se generaliza, y el foso de separación con los suyos se hace más profundo.
Comienza entonces una actitud de presión, con los comentarios de control de su vida: «cuándo y a dónde vas, con quién y de qué has hablado, has tardado mucho solo para hacer ese recado, vas vestida así, no te parece una exageración...». A ello se suma el referente a sus capacidades, que en principio pueden parecer de broma, pero que van subiendo de tono: «que poco sabes, cuida cuando estemos con los demás tus formas, habla menos y así no meterás la pata, no hables demasiado, no sé por qué pierdes el control y dices tonterías». Todo ello va minando la seguridad de la joven, se aísla cada día más hasta llegar a la total desconexión, sola, espera tensa y expectante a su única conexión con la vida, a su maltratador.
Siempre expectante, espera el momento del encuentro, muy inquieta, ignora el humor con el que llegará, y fantasea buscando hacer grato el encuentro, pero nunca acierta, puede surgir un absoluto silencio que no se atreve a romper, aunque la comida que espera se enfríe, o gritos por algún insignificante aspecto. Así progresa el desencuentro y surgen, además del control y el desprecio, los empujones, cada día más enérgicos, impetuosos y explosivos, cada día más destructores y dramáticos, hasta llegar a la agresión física. En principio puede ser una bofetada, después una patada o algún puñetazo, para llegar más tarde la pelea, las palizas con ensañamiento, la fiera que se desinhibe y saca toda su agresividad, rabia, frustración y explosividad sin control.
Es igual que se dé la presencia de hijos, o el tipo de trabajo, o su formación académica, cultural o familia, todo es igual para la expresión de la rabia, envuelta en destrucción. El desprecio, la necesidad de control, la ira, la agitación es tan grande, que le desborda, y la explosión se hace inevitable, convirtiéndose, porque le gusta, en cotidiana.
Generalmente lo saben los familiares, sus padres le dirán que el matrimonio es sacrificio, seguro que para ellos lo ha sido, y los suegros le dirán que siempre ha sido muy nervioso, ambos por otra parte coincidirán en que es buen trabajador, y por los hijos, o por el qué dirán, le recomendarán esperar. La mujer piensa cada día en el siguiente, ¿cómo será, cambiará, se dará cuenta de que esto no es una vida normal? Al final se da cuenta de que cada día es peor, que vive en un infierno, pero que la salida es muy complicada. Carece de empleo, se ve sola, sin ayuda, quizás alguna pariente la podría ayudar.
Un día toma una decisión, aprovecha una rendija y da el paso de denunciar los hechos, se inician las tramitaciones legales y se acoge al abrigo de una fundación, donde disminuye el temor, y además recibe tratamiento, y posteriormente le buscarán trabajo. Se siente más protegida, al ser comprendida y recibir formación. Sigue el proceso, se celebra el juicio, se separa y con ello comienza una vida diferente, distinta, esperanzadora. Ha encontrado trabajo no sin dificultades, donde está contenta, se siente comprometida y satisfecha.
Nadie tiene en cuenta su historia, sino sus capacidades y la integración en su puesto de trabajo, y con ello su productividad. La mujer maltratada trabaja por encima de la media, aprecia más, la libertad y la autoestima que el sueldo. Hemos de facilitar este camino.
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