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Hace unos días tuve la oportunidad de disertar en los Cursos de Verano de la Universidad de Cantabria acerca del cambio disruptivo de la pandemia del covid, así como de su impacto en términos económicos y sociales y de años de vida perdidos ... de media por cada defunción producida.
Hace ya más de un año, cuando conocíamos menos del virus y no teníamos vacunas, se optó por desescalar por tamaño municipal dado que se pensaba en una hipótesis que con el tiempo hemos constatado en recientes publicaciones: la baja incidencia del covid en zonas rurales y su mejor asimilación de las normas de distancia física, quizás por causas multifactoriales, si exceptuamos casos ahora motivados por las fechas veraniegas.
Este escenario de cambios ha abierto nuevas oportunidades para el mundo rural (de los 102 municipios entorno a 61 serían rurales al no llegar entre ellos al 11% de la población total) al hacer de la necesidad virtud.
Vivimos en un mundo donde a la vez que el turismo espacial es un hecho, aquí abajo, en la tierra, las necesidades y demandas cambian junto con el propio modelo agrícola y la preocupación por el medio ambiente. Infraestructuras verdes y ecosistemas como fuente de bienes y servicios de gran valor son imprescindibles, así como recuperar población y colegios o ambulatorios (de ahí la importancia de apostar porque prime nuestra población ajustada al repartirse fondos estatales debido al coste de esas prestaciones) y la propia digitalización, accesibilidad y opciones de teletrabajo.
No existen recetas mágicas, pero si leemos entre líneas lo que dice Europa se precisa seguir trabajando en Cantabria por un mundo rural virtuoso sobre modelos de desarrollo integrado y sostenible que exploren sectores emergentes en base, por ejemplo, a nuevas demandas de ocio y gestión de recursos medioambientales. Las respuestas dependen de las preguntas a hacerse como decía el Conejo Blanco en la obra de Lewis Carroll siendo clave en lo rural la diversificación de la actividad económica, identidad cultural y preservación de valores medioambientales, históricos y patrimoniales. Si a todo eso el mundo rural va de la mano apostando por su valor añadido y perseverando en sus virtudes veremos resurgirle de dos modos: preferencia por vivir fuera de las ciudades y necesidad de la gente por otro modo de vida. Todo ello generará nuevas actividades económicas en el marco de un Pacto Verde Europeo que tendrá un ritmo de implantación más rápido de lo que pensábamos. El futuro ya está aquí.
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