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No, no piense en pandemias, más bien todo lo contrario. Estamos a menos de una semana del día de Navidad y, precisamente, la puñetera pandemia nos está minando el espíritu, la esencia de la Navidad. Por este motivo quiero apelar a que nos dejemos invadir ... por el virus de la Navidad, por ese sentimiento pleno de disfrute que estos días siempre nos ha permitido sentir.
La Navidad, como el covid-19, también ha mutado en las últimas décadas y contiene todas las variantes que a cada uno de nosotros nos afecta en mayor o menor medida. Me atrevo a identificar algunas de ellas: la del sentimiento religioso primigenio, la que le da sentido genuino, la celebración del Nacimiento de Jesús, atribuido a la noche del 24 de diciembre. Otra variante es la del reencuentro con familiares y amigos, que caldean los fríos de estos tiempos de heladas y aislamiento social. En particular, para mi, es la Navidad que me retrotrae a los tiempos de las celebraciones con mis padres y hermanos y con mis hijos, posteriormente. Esa, la de los niños, la ilusión, la iluminación de calles y rostros, es otra variante en la que vemos en sus caras la emoción de tiempos de magia, los suyos y los nuestros en nuestra más tierna infancia. También los niños y los no tan niños, identificamos esta época con regalos reales y majestuosos, con la satisfacción de regalar y, entre todos, el mejor regalo es el del tiempo que dedicamos a los que amamos y queremos. También hay variantes vinculadas con los viajes a lugares exóticos o a la práctica de deportes invernales. Una pequeña variante es la de pasear iluminados por esas calles repletas de seres deseosos de fiesta, de rodearnos todos por un mismo sentimiento. Ligado a ella hay otra variante, muchas veces criticada o denostada, la del buenismo específico de estas fiestas que, efectivamente, si se constriñe a unos pocos días nos deja huérfanos de buenas intenciones para el resto del año. Quizá la variante más compleja y contagiosa es la de los que rechazan estos días con excusas que esconden dolores, lamentos, recuerdos y frustraciones, especialmente vinculadas con la Navidad; la verdad es que lo siento y mucho por todos los contagiados por esta variante. Deseo con todas mis fuerzas que el buen virus de la Navidad nos invada en estos días; deseo que nos dejemos contagiar por afectos, abrazos, brindis, sonrisas, ilusiones, besos de afecto o de pasión. Que el placer de los buenos recuerdos de Navidades pasadas nos predisponga a estas y a otras muchas Navidades en las que todas esas muestras de cariño nos contagien de todo lo bueno. Ojalá que en esta Navidad celebremos todas las buenas Navidades, pasadas y futuras.
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