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Hace unas semanas me desplacé a un pueblo hasta ahora desconocido. Se trata de un pueblo normal, carece de singularidades, pero de la carretera por la que transitaba salía un pequeño camino y, por curiosidad, me desplacé para conocer su ambiente. Al llegar, me ... di cuenta de que al lado del camino discurría una pequeña carretera, como enlace normal del pueblo, pero después de confirmar mi error me alegré, porque el camino me llevó a los extramuros del mismo, lugar de recogida de los paseantes y adornado por una fuente, donde en ocasiones beben los animales.
Paré en la fuente, que estaba asociada a un abrevadero donde alguna cabra o rebaño de ovejas, al entrar o salir del pueblo, saciaban su sed. También supe que algún vecino se acercaba ocasionalmente con un cántaro, pues se pensaba que se trataba de un agua con cierta riqueza. Al lado se situaba un banco de piedra, un banco muy primitivo, que carecía de adornos, pero bien orientado. De tal forma que, al final de la tarde y al refugio de una casona, el sol le iluminaba y calentaba, por lo que a estas horas jamás estaba solo, con excepción de los días de invierno, pues la lluvia o el frío son sus enemigos.
Estaban sentados cinco mayores del pueblo, todos amables, cercanos, muy abiertos y algunos bastante socarrones, con esa retranca inteligente propia de las personas cargadas de vida. Yo me acerqué, me invitaron a sentarme e iniciamos una conversación enormemente agradable.
Uno comenzó relatando el enorme cambio del pueblo, hace no más de cincuenta años. Se trataba de un pueblo divertido y poblado, lleno de niños y alegría, contábamos con dos escuelas, para niños y niñas. En cada casa había algún niño, la juventud se divertía en el pueblo, trabajaba en el pueblo y llenaba dos bares. Teníamos médico, farmacia, una iglesia bien atendida, que se llenaba los domingos, y dos o tres fiestas. Aquello era vida, movimiento, trabajo y alegría.
Todo ha cambiado en estos últimos años. Somos solo ciento cincuenta habitantes, todos mayores. Solamente hay dos niños. Los jóvenes han emigrado buscando trabajo, no tenemos médico ni farmacia, y viene un sacerdote una hora a la semana. Como es lógico, no hay escuelas ni maestros, y solo hay un bar donde calentarse en invierno. Ahora han construido un centro de mayores.
Los pueblos van a desaparecer, apostillaba un segundo interlocutor. No se puede vivir aquí, no se produce nada, las fabricas que daban empleo hace años, han desaparecido, y la tierra no produce ni forraje, solo una nave ha sido reconvertida en casa rural, y por ser un pueblo aislado, y contar con animales domésticos, parece que a la gente de la ciudad le gusta, pues no han visto animales y es el referente del pueblo. Quizás vaya por ahí la repoblación.
Los dos interlocutores restantes ratificaron todo lo dicho. Uno de ellos pensaba que al final desaparecerá, porque además no tenemos más ingresos que la pensión, y cada día la recortan más. Nuestra pensión de autónomos no es nada, solo pueden vivir aquellos que trabajaron en la fábrica del pueblo de al lado, el resto malvivimos, y es algo de lo que los políticos no se dan cuenta, ellos van a lo suyo, y bien que se las conceden cuando son nombrados diputados, sin discutir años de cotización, se asignan las más altas. Porque además de no actualizarlas, subraya el cuarto interlocutor, siembran permanentemente inseguridad, para meternos miedo. Las recortan y cada día añaden más dificultades, retrasan la edad de jubilación y vas cobrando menos. Y si te cuentan toda la vida laboral, te quedas sin nada, es triste mendigar a nuestros años. Además, alguno de nuestros hijos carece de empleo, o le tiene en precario, con lo que hay que ayudarle. Viene algún fin de semana a casa, y algo de lo poco que tenemos llevan. Y es que el paro es el borrón mas grande de nuestros políticos. A nadie parece preocuparle, no se dan pasos en la buena dirección, sigue y sigue nuestra juventud teniendo que emigrar. Pero los emigrantes llegan, y obviamente comen y consumen de todo sin control. Si tenemos que compartir, compartamos, pero con control. Ellos vienen huyendo de la guerra y de los malos tratos, remarca uno, pero los nuestros se alejan buscando como vivir, porque aquí no pueden vivir, solamente del cariño de los padres.
Y ahora viene lo peor, y es que no tenemos quien nos atienda. Algún vecino mayor, cuyos hijos están lejos y a lo suyo, es atendido por el resto de los vecinos. Es un problema importante, porque no todos disponen, después de toda una vida de trabajo, de una pensión que les permita vivir en una residencia, y los hijos o están lejos, o no disponen de una casa adecuada, o carecen de presupuesto. La pensión aquí y en la cuidad, resuelve muchos problemas.
Después de esta charla, tomé un café y pensé, lo que es la perspectiva: que corta, y a la vez, que larga puede ser la vida.
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