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Los dirigentes políticos que viajan a Ucrania se hacen la foto y ya está, o en su maleta llevan algo más que apoyo psicológico y moral. Hay que señalar de entrada que hay muchas maneras de ganar popularidad, de hacer marketing político y de quedar ... bien con un pueblo como el ucraniano, que necesita lo que podríamos denominar solidaridad activa. Es decir, está muy bien que la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, sorprenda un domingo por la mañana, un 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo, con su presencia en Kiev. Reunión con el presidente Volodimir Zelensky, acompañada de varios congresistas, y demostración de que va a pelear la aprobación de la reciente petición del presidente, Joe Biden, de 33.000 millones de dólares para ayuda en armas para la resistencia ucraniana ante la invasión rusa que cumple 67 días. Pelosi representa la tercera máxima autoridad de los Estados Unidos, después del presidente y la de vicepresidenta, y refuerza la posición norteamericana de no dejarse amedrantar por las amenazas rusas de utilizar todo tipo de armas, incluidas las nucleares, para contrarrestar el apoyo estadounidense a los ucranianos. Hace pocos días, la visita la realizaron el secretario de Estado, Anthony Blinken, y el de Defensa, Lloyd Austin. Sin duda, el protagonismo de los Estados Unidos en la eficacia y solvencia de resistencia ucraniana es mucho más relevante del que se conoce por el momento y provoca el enorme malestar del Kremlin porque coloca al presidente ruso, Vladimir Putin, y a sus unidades militares en una pésima posición. Por el momento, Rusia no tiene pruebas del apoyo sobre el terreno de la inteligencia norteamericana, del apoyo tecnológico e, incluso, logístico, y de la preparación imprescindible para el uso de determinados sistemas de armas que están llegando a manos del Ejército ucraniano.
Estamos asistiendo a una guerra de desgaste intenso para agotar y aplastar la resistencia ucraniana y dejar al país en una situación de destrucción total para que tarde, al menos, 30 años en reconstruirse y no represente una amenaza para Moscú que nunca fue. Eso lleva también a un enorme desgaste económico que Putin puede mantener porque había preparado el dinero necesario desde hace tiempo, y también porque varios países europeos no se deciden a cortar el suministro de gas y petróleo desde Rusia y evitar así que las arcas del agresor mantengan su capacidad para afrontar un conflicto que ya dura más de lo previsto. Hace falta mucho más que visitas de cariño, por ejemplo, de la actriz Angelina Jolie en Leópolis.
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