Zeitgeist
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Los chinos, comprometidos con metas a largo plazo pero flexibles en la estrategia para lograrlas, tienen el futuro bastante planificadoEl término 'zeitgeist' fue acuñado por los románticos alemanes del siglo XIX y significa -literalmente- el 'espíritu de una época'. Es un concepto sofisticado, muy abstracto y de interpretación compleja, pero podríamos asimilarlo al 'sentir' de los individuos, naciones o, incluso, del mundo entero sobre ... el momento histórico del que son, a la par, actores, testigos y víctimas.
Pues bien, si el 'zeitgeist' actual queda manifestado en la era de cambios tecnológicos que estamos experimentando, el reseteo de muchos de nuestros hábitos y esquemas mentales, la digitalización de nuestro día a día o la hiperaceleración de la realidad en la que vivimos, China es el epítome y punta de lanza de este 'aquí y ahora' planetario. Si, como defiende el sociólogo argentino Eduardo Andrés Vizer, «el zeitgeist del siglo XXI se ha materializado en un universo de pantallas omnipresentes», China es el buque insignia de este cambio de era. El clima histórico dominante en China es el de dispositivos electrónicos omnipresentes, cámaras, estímulos visuales y sonoros ubicuos, una sociedad cada vez más digitalizada y acostumbrada a lo instantáneo y lo inmediato. El que este fenómeno se manifieste de manera especialmente acusada en el país más poblado del planeta -y superpotencia en ascenso-, es clave para entender el impacto del mismo a nivel global.
No obstante, la filosofía china concibe el fluir de la historia -y la evolución de los sucesivos 'zeitgeist'- de un modo diferente a Occidente. Los chinos tienen siempre presente el legado histórico del que son herederos, el infinito linaje al que deben este aquí y ahora. Para los chinos, empleando las palabras del poeta Ángel González, «cuerpos y más cuerpos, fundiéndose incesantes en otro cuerpo nuevo» arrojan como resultado este 'yo colectivo' que convive con nosotros en el presente.
El taoísmo se denomina así porque el libro que recoge el grueso de las enseñanzas doctrinales de su principal filósofo (Lao Tsé) se titula 'Dao De Jing': 'el libro del camino y la virtud'. La palabra 'dao' significa, precisamente, camino. Es la filosofía de la fluidez, del tránsito. En un mundo actual cada vez más líquido, en el que las referencias y las certezas se evaporan, obligándonos a 'surfear' los cambios, 'fluyendo' con ellos, el taoísmo se revela como una buena caja de herramientas para mantenernos a flote. Entre los conceptos clave del taoísmo está el de 'WuJi', que encierra una paradoja en su propia construcción: 'Wu' significa la nada, el vacío; 'Ji', en cambio, significa el extremo último, lo definitivo. 'WuJi' quiere decir, por tanto, la nada definitiva; el vacío extremo, la inmanencia y la esencia. Hay quienes consideran que este concepto no puede representarse y quienes, en cambio, dibujan un círculo vacío para simbolizarlo. Hacer visible lo invisible.
En esta lógica, aquí en China, el devenir histórico se entiende como un contínuum colectivo; un tránsito cuya linealidad la concede el sujeto comunitario protagonista: el pueblo en camino. Pero ¿en camino hacia dónde? No hace falta sacarle brillo a la bola de cristal. Ya conocemos el fin de la película (o, al menos el desarrollo de la trama durante los próximos cinco capítulos): basta con leer el último plan quinquenal aprobado por Pekín durante la segunda semana de marzo de este año. China se ha marcado como objetivo, para los próximos cinco años, lograr una mayor autosuficiencia científica y tecnológica, hacer sostenible su desarrollo y conseguir el liderazgo en innovación. Quien tenga curiosidad y desee mirar todavía más allá -hasta otear un horizonte a más largo plazo- tampoco necesita consultar los posos del café ni preguntar a los astros: basta con descargarse de internet las líneas maestras oficiales de los planes transquinquenales 'Made in China 2025' o 'La Nueva Ruta de la Seda'.
Precisamente, en un momento en el que el poder del ser humano se manifiesta a través de un dominio total de la naturaleza, en el que todo parece estar siendo descifrado (excepto, tal vez, las consecuencias de nuestra propia hiperactividad), el 'dao' arroja claves útiles de interpretación de la realidad. En un tiempo en el que el progreso parece aventurar, incluso, que vamos camino de codificar nuestros más íntimos procesos mentales y hackear el algoritmo de nuestras emociones, el 'WuJi' encuentra su significado y su actualidad. También, don Alonso Quijano. «Yo sé quién soy», pone Cervantes en boca de Quijote. Y añade, en otro pasaje de su obra cumbre: «cada uno es artífice de su ventura» y «yo lo he sido de la mía». Sujetos del cambio que nos envuelve -el 'zeitgeist' de esta era-, el signo de nuestro tiempo bien podría ser esa falta de referencias que exige un mayor y más profundo conocimiento de quiénes somos y qué clase de ventura estamos pactando con nosotros mismos.
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