![Querido Moretti](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/pre2017/multimedia/RC/201601/21/on-extra/media/cortadas/mia-madre-portada--575x323.jpg)
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Oskar Belategui
Jueves, 21 de enero 2016, 13:47
A Nanni Moretti le conocimos a lomos de una Vespa por las calles vacías de Roma en pleno 'ferragosto'. Del popular 'quarteri' de Spinaceto al burgués de Casalpalocco. Pocas veces un filme ha reflejado mejor la alegría de vivir y el amor por una ciudad que 'Caro Diario' (1993). El director entraba al cine a ver 'Henry, retrato de un asesino', y su cabreo era tan grande que buscaba al crítico que había escrito una reseña favorable para torturarle leyéndole su fatua prosa. El recorrido concluía en un descampado de la playa de Ostia, donde Pier Paolo Pasolini fue asesinado. Un rincón inolvidable de la conciencia de Italia. Toda una declaración de principios.
'Caro Diario' también nos llevaba a las islas Lípari, donde un amigo intelectual de Moretti llevaba once años estudiando el 'Ulises' de Joyce, cuando, en realidad, estaba enganchado a la televisión basura; en otra isla, Salina, los niños dominaban a sus padres, que los habían sobreprotegido. Fin del viaje en Strómboli: otra bofetada al olvido italiano, porque como gritaba Bertolucci en 'Prima della rivoluzione': "¡No se puede vivir sin Rosellini!". La última página de aquel memorable diario describía la odisea real del protagonista entre médicos desde que un prurito se convierte en cáncer. No era difícil ver en Moretti hundido hasta el cuello en una bañera de lodo a Italia cubierta de mierda.
Han pasado más de veinte años desde que 'Caro Diario' convirtiera a este director, actor y guionista en una estrella de los circuitos de versión original. Moretti llevaba rodando películas desde 1976, cuando debutó con un filme cuyo título era una autoafirmación: 'Io sono un autarchico'. Sus cintas posteriores, 'Ecce bombo', 'La misa ha terminado' y 'Palombella rossa', contribuyeron a forjar la imagen de Moretti como una suerte de Woody Allen italiano, que se interpretaba a sí mismo en películas donde volcaba sus traumas e inseguridades.
Un impertinente e imperturbable bufón que sigue regentado una sala de cine en el Trastevere, el Nuevo Sacher (su tarta favorita), y que en 2002 hizo un paréntesis en su profesión para encabezar el movimiento de los 'girotondi', crítico con la derecha de Berlusconi y Bossi -en el poder por entonces- y con una izquierda incapaz de erigirse en oposición. "No lo hice como cineasta ni como intelectual, sino como ciudadano", matizaba a este periodista en la Seminci de Valladolid cuando presentó 'Habemus Papam'. "La izquierda pide a menudo a los artistas dejarse utilizar por la propia política. Yo no me siento un intelectual, no me creo nadie, soy un tipo que hace películas. Sólo quise usar mi rostro para una nueva forma de hacer política".
El 'problema' de Moretti (Brunico, Italia, 1953) es que al natural resulta como en sus películas. Viste igual que sus personajes y habla de modo enfático y sentencioso. Como el de Woody Allen, su cine también es en primera persona y recurre al humor y la ironía para despotricar contra aquello que no le gusta. Lo que ocurre es que el autor de 'Caro Diario' se ha ido agriando con el tiempo, harto de dar la cara por un país que ha seguido votando a Berlusconi. Él es el primero en reírse de su estatus como intelectual de izquierdas y conciencia crítica de una Italia siempre al borde del abismo.
En sus tres últimas películas, Moretti ya no figura como protagonista, cansado, según confesión propia, de llevar el peso interpretativo y de dirigir al mismo tiempo. Si 'El caimán' era un inmisericorde retrato del berlusconismo, 'Habemus Papam' aparecía como una sátira sobre la espantada de un pontífice (conmovedor Michel Piccoli) que, tras la muerte de Juan Pablo II, se ve incapaz de superar su nueva y celestial condición. Moretti se reservaba el papel del mejor psicoanalista del país, que trataba de sanarle desde su racionalidad atea. Por su parte, 'La habitación del hijo' permanece como su película más conmovedora y madura. ¿Cómo se sobrevive a la muerte de un hijo? El personaje que interpretaba Moretti experimentaba en carne propia el desgarro de la pérdida, pero también el narcisismo de quien trata de salir adelante y se degrada en su dolor.
Y llegamos a 'Mia madre', su último trabajo, desde este fin de semana en los cines españoles. La historia de una directora de cine (Margherita Buy), que rueda una película política en Italia protagonizada por una estrella estadounidense (John Turturro, maravilloso en su rol de actor del Método inseguro y caprichoso). A las preguntas que se plantea en calidad de artista comprometida, se suman preocupaciones familiares: su madre agoniza en el hospital y su irreprochable hermano (Moretti) la hace sentirse aún más insegura.
Moretti recuerda que no hay que intentar medir el nivel autobiográfico de sus películas, aunque siempre les trata de dar un enfoque personal. En ese drama cotidiano de una directora al límite no es difícil ver las inseguridades de un cineasta que, de paso, se ríe de las interioridades del oficio de hacer películas (hasta hay chistes a costa de Kubrick) y dibuja de fondo un país a la deriva.
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