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Josu Eguren
Jueves, 4 de octubre 2018, 18:30
En un repaso reciente a las nuevas viejas formas de la comedia americana me sorprendí añorando el poder lúdico y curativo de un género al que se suele tratar con condescendencia, pese al estatus autoral con el que ha sido reconocidos directores como John Hughes ... , pieza clave en la configuración estética y discursiva de las teen comedies ochenteras. El relato cómico y angustioso de la pubertad, diluido en millones de piezas de vídeo en los que estrellas de YouTube y vloggers anónimos sellan una cronología fragmentada de la adolescencia en primera persona, parece más alejado que nunca de los cauces cinematográficos donde se gestaron títulos que han sido referencia para varias generaciones de espectadores; y sin embargo es imposible obviar la frescura y contemporaneidad de algunas de aquellas voces que retrataron la emoción y el drama con el que se vive el tránsito entre la infancia y la adultescencia. Podría, y debería, detenerme en las filmografías de Joan Micklin Silver ('Loverboy', 1989), Martha Coolidge ('La chica del valle', 1983) y Susan Seidelman ('Buscando a Susan desesperadamente', 1985), todas ellas protagonistas de una época marcada por la agenda política de la Administración Reagan, pero elijo a Amy Heckerling como paradigma de la directora capaz de infiltrar su mirada en el curso de productos que han terminado por vencer el paso del tiempo para elevarse a la categoría de auténticos iconos generacionales.
La mujer que rescató del anonimato la carrera de John Travolta, años antes de que Tarantino se apuntase el tanto de su resurrección en 'Pulp Fiction' (1992), ha vuelto a ocupar las páginas de la actualidad con motivo de una merecida retrospectiva centrada en los cuatro títulos que mejor definen la carrera de la directora neoyorquina: 'Aquel excitante curso', 'Johnny Peligroso', 'Fuera de onda' y 'Mira quién habla'.
Todo comenzó con la adaptación de una novela de Cameron Crowe ('Fast Times at Ridgemont High: A True Story') que llegó a las manos de Heckerling (ya graduada en la Escuela de Cine de la Universidad de Nueva York) poco después de licenciarse en el American Film Institute, donde cursó estudios siguiendo los pasos de su amigo Martin Brest y filmó el que habría de convertirse en en el pasaporte definitivo para el circuito de los grandes estudios: 'Getting it Over With' (1978), un cortometraje sobre la carrera contrarreloj de una chica obsesionada con perder su virginidad. De su puesta en común con Cameron Crowe, que recogió en una novela de no ficción sus experiencias como alumno infiltrado durante un año académico en el Clairemont High School de San Diego, nació el guión de 'Aquel excitante curso' (1982), la película probeta en la que se fraguó una futura legión de estrellas lideradas por Sean Penn, Phoebe Cates y Jennifer Jason Leigh, aunque en el reparto también aparecen los nombres de Forrest Whitaker, Eric Stoltz, Anthony Edwards y Nicolas Cage.
La amistad, el sexo, las drogas, el aborto -temas que hoy se sobredramatizan hasta la extenuación- formaban parte de un libreto con el que Crowe y Heckerling tomaron el pulso de cinco jóvenes californianos de entre 15 y 17 años (la herencia de la película puede rastrearse pasando por 'Cosas que hacer antes de los 18' o 'Adventureland'). El estreno sordo y limitado en una cadena de cines de la costa oeste precedió al éxito masivo de una película que lidiaba con gracia y naturalidad en el trato de aspectos tan graves para la problemática adolescente como el de la pérdida de la virginidad. Entre las virtudes de 'Aquel excitante curso', que hoy sigue siendo recordada por el look stoner de Sean Penn (mitad surfer colgado, mitad Anthony Kiedis), destaca la sensibilidad con la que Heckerling observa la frágil intimidad amorosa de una mujercita interpretada por Jennifer Jason Leigh (su primera experiencia sexual es un ejemplo demoledor de los medios que el hombre utiliza para cosificar el cuerpo femenino, al tiempo que una poética fuga hacia la realidad). Auténtico germen de títulos tan notables como 'Movida del 76', de Richard Linklater (1993), 'Aquel excitante curso' está en las antípodas de las comedias idiotizantes que han imitado la etiqueta de un clásico coronado por la espléndida selección de temas que integran un tracklist memorable: The Go Go's, Led Zeppelin, Jackson Browne, Oingo Boingo, The Cars, Tom Petty
Pese al reconocimiento que obtuvo 'Aquel excitante curso' en taquilla, el fracaso de los test screenings previos al lanzamiento de su paródica revisión-homenaje a las películas de gangsters de los años 30 y 40 que le apasionaban siendo niña ('Ángeles con caras sucias', 'Los violentos años 20', 'Al rojo vivo') forzó a Heckerling a aceptar la oferta de dirigir la secuela de 'Las vacaciones de una chiflada familia americana', de Harold Ramis (1983). Sin tiempo para digerir el desenlace fatal de 'Johnny peligroso' (1984), Heckerling se embarcó en un tormentoso rodaje -durante el cual fue ninguneada por los productores- que puso a prueba su tolerancia hacia Chevy Chase; irónicamente, 'Las vacaciones europeas de una chiflada familia americana' (1985) superó las expectativas para convertirse en la mejor película de una serie a la que Heckerling se resigna a pertenecer.
Venciendo el ostracismo al que le condenó la industria, especialmente cruel y despiadada en el trato con las mujeres, y tras rechazar el guión de 'Chicos escandalosos' (que hundiría la carrera de John Bynum), Heckerling echó la puerta abajo de los grandes estudios con un proyecto ganador fundado en sus experiencias como madre primeriza. La idea original -más cercana a 'Baby, tú vales mucho' (Harold Ramis, 1987) que a la que se ejecutó finalmente- fue mutando hasta convertirse en la radiografía de las extravagancias del mundo adulto a través de los ojos de un recién nacido fruto del embarazo de una madre soltera. 'Mira quién habla' (1988) volvió a poner en órbita la carrera de John Travolta, pero ató a Heckerling a un contrato que marcó su agenda hasta finales de 1990 ('Mira quién habla también').
Entre 1990 y 1995 la carrera de la neoyorquina se convierte en un desierto del que escapa para reivindicarse con la adaptación de 'Emma', de Jane Austen, que anticipó la moda de reformular clásicos de la literatura inglesa a través de una óptica adolescente (véase '10 razones para odiarte', de Gil Junger). Desde la primera escena, un debate escolar en el que el prototipo de la niña pija y consentida de las colinas californianas hace una modélica exposición sobre la necesidad y conveniencia de dar la bienvenida al flujo de refugiados que escapan de la miseria haitiana, 'Fuera de onda' (1995) asienta los pilares de un nuevo clásico instantáneo tan reconocible por la jerga y giros idiomáticos de su protagonista (Alicia Silverstone) como por su tono, desaforadamente optimista, o por la afilada instantánea de la confluencia de tendencias estéticas de la generación MTV. Arañando una primera capa superficial -el look de la carismática Cher Horowitz- Heckerling se instala en ese territorio del desconcierto que es el pequeño universo relacional de una chica (virgen) incapaz de controlar todo lo que sucede a su alrededor (maravilloso el ritual de cortejo de su novio gay). En 'Fuera de onda' abunda la ironía, pero el cinismo queda rebajado a un grado 0, lo que prueba la simpatía de Heckerling hacia un personaje que bajo su imagen de It Girl caprichosa y volátil esconde un corazón frágil que derrocha buena voluntad.
Al igual que 'Aquel excitante curso' y 'Mira quién habla', 'Fuera de onda' tuvo continuidad en forma de teleserie, pero no alejó a Heckerling de las pantallas, a las que regresaría con motivo de la presentación de una rom-com protagonizada por Jason Biggs y Mena Suvari. El pinchazo de 'Un perdedor con suerte' (2000), que se repitió seis años después con motivo del lanzamiento en vídeo de 'El novio de mi madre' (una estimable y reivindicable condena de la misoginia en el show business empaquetada en el formato de una empalagosa comedia romántica que no llegó a las salas comerciales atendiendo a la edad de su protagonista, Michelle Pfeiffer), puso en suspenso la trayectoria de una mujer que tuvo que reinventarse en los márgenes de la industria, donde van a parar las carreras de directoras, actrices y guionistas a las que Hollywood considera amortizadas.
De las cenizas de 'El novio de mi madre' renació 'Vamps' (2012), una muy notable comedia vampírica donde Heckerling relata la rutinaria de dos eternas veinteañeras que caminan entre los no muertos de la ciudad de Nueva York. En 'Vamps' Heckerling se muestra fiel a sus orígenes, los de una niña noctámbula que creció amamantada por la filmografía de James Cagney, retomando un discurso, aparentemente naif, en el que se escuda para diseccionar el ensimismamiento de una sociedad erosionada por el ritmo vertiginoso que imponen los cambios tecnológicos. 'Vamps' es la historia de (la noche de) una gran ciudad iluminada por marquesinas, intermitentes, semáforos y luces neón, que ha sido testigo y escenario de una vibrante agitación política que se desliza ante nuestros ojos mediante un brillante equilibrio entre texto y subtexto. Es lo que parece, una comedia tonta e inofensiva que juega a descolocar los mitos románticos de Nosferatu, Drácula y Van Helsing, pero también lo que no aparece, los matices, el doble sentido y la profundidad que no se reflejan en un espejo.
Desde 2012 Heckerling aparece esporádicamente en televisión, ya sea para dirigir capítulos de 'Red Oaks' o 'Gossip Girl', o firmando guiones de series ajenas ('Los Teleñecos'), aunque lo que de verdad centra sus esfuerzos es la adaptación musical de 'Fuera de onda', una tarea que compagina con la redacción de un texto para el que cita a Claude Lanzmann entre sus referencias (la ascendencia judía de Heckerling ya se dejó notar en la argot yiddish que empleaba Cher Horowitz). Pilar fundamental para la comprensión del fenómeno de las teen movies ochenteras (su influencia se extiende desde 'Chicas malas' hasta 'Damiselas en apuros'), Heckerling puede presumir de haber conocido el éxito en el contexto feroz y abiertamente machista de una industria que no tiene memoria de pioneras como Claudia Weill. Una genio de la comedia que, por encima del desprecio o la admiración de la crítica, ha dejado su huella imborrable en la cultura popular.
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