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Hay quien se ha quedado en la casquería a la hora de valorar el cine de David Cronenberg desde sus inicios. Un error extendido entre aficionados al género fantástico que no salen del gore y el terror clásico. Las primeras películas del cineasta canadiense, pura ... serie B, eran libres y explícitas, como lo es 'Crímenes del futuro', su última obra, así como toda su filmografía. Su arte, rabiosamente personal, ha ido mejorando técnicamente con el paso del tiempo, sin perder un ápice de sus obsesiones. Le preocupan los mismos temas. Cambia la forma pero mantiene el fondo, una maniobra inteligente que le ha permitido ser valorado como un «autor serio», abriéndose a nuevas audiencias. En San Sebastián recibió un merecido premio honorífico que homenajea una trayectoria regular e implacable. Su nueva propuesta, estrenada en pantalla grande, todo un lujo, a pesar de la amenaza del pirateo tras su paso por Cannes, es un milagro en el panorama actual. El mero hecho de que exista un filme de estas características, tal y como está el mercado, ya es digno de aplauso. Que alguien se haya dignado a producir una historia tan punzante y perturbadora, con un celebrado casting, en las antípodas del concepto de blockbuster, es una noticia excelente. Virtudes a contracorriente que elevan un proyecto difícil desde su génesis, deliciosamente imperfecto, que apela a la inteligencia emocional y a la cultura como arma frente a nuestra fracaso como especie. La decadencia humana es, probablemente, la mayor inspiración del responsable de la simbólica 'Inseparables'.
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'Crímenes del futuro' habla desde las tripas, así lo reafirman las imágenes de los títulos de crédito iniciales que responden al interior de un estómago. Vísceras y cerebro. El combo perfecto para un veterano director que ha decidido hacer una apología de sí mismo y concentrar los vicios de algunos de sus mejores trabajos en un solo argumento. Estamos ante una distopía, o más bien en un futuro cercano donde hemos desterrado el dolor de nuestros cuerpos. El ocaso camina a pasos agigantados mientras un artista de la performance se empeña en mostrar públicamente en diferentes actuaciones su capacidad para generar órganos internos que mutan como objetos únicos. Sus shows vanguardistas son pasto de la burguesía. El público sonríe ante la metamorfosis y el vientre abierto. Charcutería fina, excelsa, como metáfora de nuestro ahora. Las modificaciones corporales y la cirugía estética están al orden del día. Se lleva el sexo quirúrgico, la única manera de sentir algo para los protagonistas, roles inquietantes defendidos con exquisita frialdad made in Cronenberg por uno excelente reparto liderado por Viggo Mortensen, Léa Seydoux y Kristen Stewart.
'eXinstenZ' se revuelve con 'Crash', muta a 'Videodrome' y se da la mano con 'El almuerzo desnudo' en 'Crímenes del futuro', donde el arte se entiende como un acto criminal, tal y como defiende habitualmente el excéntrico Cronenberg en sus entrevistas. El director de 'Una historia de violencia' lleva toda la vida delinquiendo con la cámara, extrayendo, como en una operación con bisturí, nuestros demonios internos. No faltan las referencias culturales, que añaden capas a un oscuro relato que no resulta inaccesible si se desconocen. Cierto caos intencionado en la narrativa, confiando en la inteligencia del espectador -a la postre un problema en términos comerciales-, empaña ligeramente una obra conceptual que no deja indiferente, donde están presentes la atracción por la mutación del cuerpo y las enfermedades del alma. Un cine de ideas y sensaciones, abierto a múltiples interpretaciones, a veces contradictorias, que busca agitar al espectador, despertando filias y fobias irremediablemente.
Cronenberg sigue siendo un especialista en mostrar nuestro lado oscuro. Es capaz de retratar con su cámara la inquietud que corroe nuestra existencia, casando perfectamente con el ideal de artista que expulsa sus monstruos. Moldea la realidad e imagina escenas que funden la perversión y la angustia. Es un cirujano de lo imposible, de los miedos y anhelos que se agarran como parásitos a nuestra mente. En su trabajo es habitual encontrar un preocupante mensaje: la imposibilidad de sobrevivir intacto a un universo tecnológico en descomposición. La enfermedad no es necesariamente una amenaza, si no la posibilidad de cambiar y vivir otra existencia distinta, un cambio de identidad. Su cine retorcido choca con su mirada serena, enfatizándose su mensaje. Historias sórdidas rodadas con sobriedad pergeñadas por un genio que firma en 'Crimes of the Future' un bello y siniestro canto a sí mismo.
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