El té y sus variedades

La planta del té, cultivada en grandes extensiones con climas cálidos y húmedos, es la misma en todos los continentes y para todos los tipos de tés. Lo que determina las distintas variedades de tés es el tratamiento al que se someten las hojas una vez se recolectan: oxidación, fermentado, secado...

En la mayoría de países asiáticos existe una leyenda acerca de cómo se descubrió el té. Una de las más extendidas dice que fue el emperador Shen-Nung quien descubrió esta bebida de forma accidental cuando estaba hirviendo agua a la sombra de un árbol. Varias hojas cayeron en la olla del emperador originando la infusión que hoy se conoce como té.La cultura asiática ha utilizado esta bebida durante muchos siglos como revitalizador físico y espiritual, principalmente de la mano de los monjes budistas. En Europa, el primer té desembarcó a comienzos del siglo XVII gracias a los holandeses y portugueses que mantenían relaciones comerciales con China. A partir de este momento la popularidad del té fue creciendo en todo el continente. El primer té que llegó a Rusia fue un regalo de los chinos al zar Alexis en 1618 y en Gran Bretaña se popularizó en el año 1662, tras la boda del rey Carlos II con la princesa portuguesa Catalina de Braganza, gran aficionada al té.

Tipos de tés

Antioxidante, depurativo, digestivo, rico en minerales, sodio, flúor y vitaminas A, B y C, existen numerosos estudios científicos acerca de las propiedades beneficiosas del té y los beneficios para la salud. Estos varían dependiendo del tipo de té.

Las hojas más tiernas se tratan de diferente manera, variando la intensidad del tueste o el grado de fermentación, dando como resultado el té negro, té verde, té rojo o té blanco, los más comunes, aunque hay cientos de variedades.

El té verde se extrae de las hojas de la planta del té cocidas al vapor, liadas y secadas a temperatura elevada, sin ningún tipo de fermentación. Es posiblemente el té más consumido en China. Entre sus muchas propiedades, destaca la de ser un buen digestivo.

El té negro es el más consumido del mundo y el que mayor cantidad de teína contiene. A diferencia del verde, está fermentado y desprende un suave aroma con gusto amargo y profundo. Sus efectos ayudan en la relajación de los vasos sanguíneos y protege el sistema cardiovascular. Contiene elementos anticancerígenos como el polifenol, relacionado con la prevención del mal de Parkinson.

El té rojo, con menor fermentación, ha sido estudiado por sus propiedades antioxidantes, en la prevención del cáncer y la obesidad. Aumenta el consumo de energía del cuerpo, estando considerado un quema grasa, aunque no está claro si se debe a los compuestos polifenólicos presentes en el té, o a algún otro compuesto que promueva la oxidación del tejido graso y la pérdida de peso. Dos variedades de este té son el pu erh, originario de China, especialmente indicado para reducir el colesterol; y el de frutos rojos, rico en vitamina C y muy digestivo.

El té blanco es el más refinado y el que menos teína posee. Es una infusión cristalina, con un aroma fresco a uva madura. En su preparación se utilizan los brotes enteros más tiernos de la planta del té de modo que se conservan más polifenoles, ayudando al cuerpo a mantenerse sano y saludable.