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Los orígenes cántabros de Juan de Herrera, el arquitecto del Monasterio de El Escorial, están patentes en Voto y allí, tras siglos de historia, ... un imponente edificio construido por él está ahora en venta. La Casona de La Calleja, en San Miguel de Aras, una impresionante edificación del siglo XVI, puede ser adquirida por 1,7 millones de euros a través de la inmobiliaria de lujo The Sibarist, centrada en vender propiedades singulares.
La construcción fue ideada para la recaudación de tributos y cuenta con un vínculo con el rey Felipe II.Se dice que el propio monarca concedió los terrenos a Herrera como parte del pago por la construcción de El Escorial. En el edificio se percibe la impronta del célebre arquitecto. Por ejemplo, la casa fue proyectada en sección áurea, una característica propia de la obra de Herrera marcada por la proporción armónica. Además, cuenta con una escalera monumental labrada en un solo bloque de piedra, una muestra de la excelencia técnica y estética de la época. A pesar de su antigüedad, ha sido cuidadosamente restaurada, respetando sus elementos originales y, al mismo tiempo, adaptándola a los estándares de confort moderno, lo que la convierte en una vivienda histórica y funcional.
La finca, completamente rodeada por un robusto muro de piedra, también alberga antiguas cocheras que en su día sirvieron como refugio para carruajes y caballerizas; un bosque autóctono con castaños, robles y encinas, que proporcionan sombra y frescura; y una extensa plantación de más de 200 nogales que refuerza su valor natural. Además, la finca cuenta con un manantial de agua que suma al encanto del entorno de la casona.
En el siglo XIX, una antigua explanada de la propiedad sirvió como escenario para partidas de bolo pasiego, un deporte que conforma una pieza importante del patrimonio inmaterial cántabro.
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En su interior, la casona cuenta con un total de seis dormitorios distribuidos en varias plantas, además de una biblioteca, un amplio comedor con vistas privilegiadas, varios salones con detalles arquitectónicos de época y un desván diáfano con un sinfín de posibilidades. La planta baja alberga la cocina, con acceso directo al exterior y al sótano, que dispone de diferentes estancias para almacenamiento y servicios. Mientras tanto, la primera planta está destinada a los espacios de descanso y reuniones familiares, ofreciendo privacidad y comodidad. En la zona más alta, el desván, se encuentra otro dormitorio con baño propio, ideal para invitados, y en el sótano hay una zona de servicio con lavadero y despensa.
Considerado uno de los máximos exponentes de la arquitectura renacentista hispana, Juan de Herrera nació en 1530 en el seno de una familia de hidalgos en el barrio de Movellán, en Roiz. Aunque no se conocen muchos datos sobre su infancia, sí se sabe que en su juventud salió de Cantabria e ingresó en la Universidad de Valladolid, donde estudió Humanidades y Filosofía. Multidisciplinar, como buen hombre del Renacimiento, Herrera entró a formar parte del séquito de caballeros de Felipe II, por entonces todavía príncipe. En este contexto, recorrió Europa pasando por Flandes, Alemania e Italia. Su trayectoria y mayores obras van de la mano del monarca, quien para cumplir los deseos de su padre, Carlos I, ideó un gran palacio donde enterrarlo: El Escorial. En esta obra faraónica, Herrera jugó el papel de ingeniero tras la partida del arquitecto principal. Así, el cántabro modificó los planes originales de su maestro simplificando el edificio.
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Mientras tanto, Herrera recibió numerosos encargos del rey, que pudo compaginar con su trabajo en el monasterio. Entre ellos, esta elegante casona en Voto, que en la década de los años 80 recibió un profundo lavado de cara de la mano del arquitecto José Luis de Uriarte.
Si el dicho fuese verdad y las piedras hablaran, La Calleja contaría siglos y siglos de historia. De monarcas y tributos, de recaudadores y nobles. La casona ha pasado por varias manos, desde la familia del mayordomo de Juan de Herrera, a los Cerecedo o de Uriarte, encargado de reconvertir el inmueble en lo que fue al encontrarlo comido por la maleza. Ahora, la finca busca un nuevo dueño que valore su legado y su singularidad por el 'módico' precio de 1,7 millones de euros.
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