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La cueva Hornos de la Peña no deja indiferente a nadie. Su morfología, lo intrincado del recorrido, la dificultad de techos bajos y pasos estrechos, traslada inmediatamente al visitante a hace 24.000 años, cuando sus habitantes aprovechaban cada relieve de sus paredes rocosas ... para hacer grabados que ahora impactan a la luz de las linternas del guía, la única iluminación con la que se hace ese recorrido. Cuando se llega al antropomorfo, brazos elevados al cielo, a uno le dan ganas de imitarlo, porque a esas alturas ya se ha sentido en plenitud la magia de Hornos de la Peña.
El coordinador de la Red de Cuevas Prehistóricas y Centros Culturales de Cantabria, Daniel Garrido Pimentel, resalta que a todo ello se acompaña el hecho de que por esa especial morfología (y ahora por la situación sanitaria) los turnos se limitan a dos personas y el guía, con lo que esa visita se convierte en una experiencia personal, única. «Son espacios muy reducidos que obligan a tener ciertas precauciones, como llevar casco, pero que permiten también disfrutar de los grabados de cerca cuando la linterna del guía los muestra, algo que a todos llama poderosamente la atención porque no se perciben a simple vista».
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No cambiarán demasiado las cosas cuando se eliminen las restricciones sanitarias porque, de nuevo por su especial naturaleza, cada visita admitirá cuatro personas más el guía, cada uno con su casco (facilitado en la taquilla) y, a ser posible, (eso ya desde casa) con un calzado que se agarre bien al suelo.
El calendario de visitas realizadas y previstas a la cueva Hornos de la Peña, en el barrio de Tarriba, deja claro que su reapertura ha sido todo un acierto. En las tres primeras semanas se han cubierto todos los turnos y para lo que queda de marzo prácticamente no hay huecos. Había ganas de ver la cavidad, como reconocen algunos de los visitantes, todos extasiados tras disfrutar de visitas prácticamente «personalizadas», un auténtico lujo.
«Desde que se ha abierto ha tenido muy buena aceptación», decía Daniel Garrido. «Nada más notificar la apertura de la cueva hemos ido recibiendo muchas llamadas para hacer reservas y también se han realizado a través de la página web». De momento, la mayor parte de la gente que se acerca a ver la cavidad es de Cantabria. Pero también llegan de otros lugares dentro de las fronteras, como Madrid, y fuera, desde Francia.
Precisamente el pasado jueves fueron dos expertos en la materia, dos guías de la Borgoña francesa, Brigitte y Christophe, los que la visitaron y los dos reconocieron salir enamorados de la caverna. Ambos destacaron también la estructura, los grabados de una cueva «muy bella», decía Brigitte, en su particular castellano. Habían sabido de la apertura de la cueva por ser su profesión y su pasión, y no quisieron perder la ocasión. Y nada más salir, se dirigieron a Puente Viesgo porque allí tenían cita para ver la del Castillo. De Tarriba se fueron «maravillados».
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Coincidieron con su amigo y compañero de fatigas Ludovico Rodríguez Liaño, embajador internacional de las cualidades de una de las cuevas Patrimonio de la Humanidad «más desconocida». Está feliz por la reapertura de la cueva que en innumerables ocasiones enseñó a muchos visitantes. «Es una bendición y más cuando te encuentras con colegas y amigos, me llega al alma», dijo. «Los amigos de la Borgoña necesitaban respirar la cueva Hornos de la Peña y se han ido encantados». El que fue guía de cuevas en Cantabria invitó «a todo el mundo» a que visite la cavidad de Tarriba y deseó que «pronto se puedan recuperar las visitas de cuatro personas, porque esta cueva se lo merece».
Cada día, de martes a domingo, se ofrecen tres turnos, 10.10, 11.10 y 12.10 del mediodía. Tras los franceses llegaron Beatriz e Isaac, «enganchados» al arte rupestre desde hace año y medio. Se enteraron por la web de las cuevas de la apertura y no quisieron desaprovechar la oportunidad. «Estábamos deseando que la abrieran», decía Beatriz, licenciada en Historia.
En su recorrido ya solo les resta disfrutar de la de Chufín. De las vistas, les había gustado mucho la de Covalanas, un estilo de visita semejante al de Hornos de la Peña. Los dos estaban abiertos a que la cueva de San Felices les «sorprendiera» y felices por vivir juntos con la guía esa experiencia «tan exclusiva».
Fuera esperaban ya Nuria y Juan José. Nuria (nacida asturiana y afincada en Cantabria) se enteró por El Diario Montañés de la apertura y aprovechó la ocasión. Los dos también están haciendo la ruta de las cuevas rupestres de la región, con alguna incluida también en territorio del Principado. Coincidieron al señalar que visitas como la de Hornos de la Peña, en pareja, son «un lujo al alcance de pocos». «¿Qué más se puede pedir? Una guía para ti solo», decía Juan José.
Habían dejado el coche a 400 metros, en un pequeño e improvisado aparcamiento. Luego toca subir una empinada cuesta.
Entre unos y otros, Marta Fernández, la guía, se tomaba un respiro y reconocía que Hornos de la Peña es una de esas cuevas «realmente especiales» por todo lo que la rodea. Ludovico Rodríguez asentía, una «experiencia íntima» que se aprecia nada más cruzar el pequeño umbral que da acceso a la 'magia' de la cavidad.
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