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En Cantabria hay 94 jueces de paz, uno por cada municipio que no tiene Juzgado de Primera Instancia. 94 personas que dejan su firma en los documentos que constatan todos los acontecimientos vitales de cada uno. Desde la vida hasta la muerte. Los principales requisitos ... para ser juez de paz son ser español, tener más de 18 años y no tener ninguna incapacidad. Lo que no se establece es un tope de edad. Y si no, que se lo digan a Agustín González, de 93 años, que lleva más de la mitad de su vida –concretamente 62 años– ocupando el cargo en Bárcena de Pie de Concha. Con estos datos, Agustín se convierte en el juez de paz más mayor y más veterano de España.
El puesto le vino de casualidad. «Me mudé a Bárcena por amor porque mi mujer es de aquí. Al poco de llegar, el Poder Judicial me lo ofreció, aunque no sé por qué. Supongo que sería cosa del alcalde. Al principio me negué, pero me lo pensé mejor, y mira», cuenta. Actualmente la labor se centra en gestiones de Registro Civil. Sin embargo, cuando Agustín comenzó en este mundillo, entre sus funciones estaba, por ejemplo, estar presente en el levantamiento de cadáveres en el municipio. «Antes, cuando no había autovía, se producían muchísimos accidentes mortales. Se llevaban el cadáver al depósito del pueblo y yo tenía que estar allí hasta que lo enterrasen. Era muy desagradable», confiesa.
Otra de las cosas que han cambiado a lo largo de estos años es el tipo de documentos que más firma. Antes, lo más común era registrar nacimientos y matrimonios. Ahora, en cambio, lo que más se suceden son las defunciones. Esto, claro, en el caso de Bárcena de Pie de Concha, que tiene un censo de 700 habitantes. En municipios más grandes, la historia es otra. En 2023 Agustín tan solo registró un nacimiento, el claro reflejo de los síntomas de la despoblación. «La gente joven ahora se va a vivir a Los Corrales de Buelna o a Torrelavega. Es lo lógico porque aquí no hay oportunidades. Somos todos gente mayor», reconoce. En el caso de las bodas, pasa un poco lo mismo. Cada vez celebra menos. Sin embargo, cuenta con ilusión que todas las personas a las que casa le piden una foto «por ser el juez de paz más antiguo de España».
Para él –y para todos los que comparten esta tarea–, la peor parte del trabajo es firmar los certificados de defunción. «A lo largo de este tiempo he tenido que registrar la muerte de muchos allegados. Es duro –dice–, pero con la experiencia de los años te acostumbras».
En general, Agustín dice que les han ido quitando muchísimo trabajo. «Los asuntos más casposos, como los juicios de faltas, ahora se tratan en los juzgados». Mucho o poco, la cantidad de trabajo no le supone un problema ahora que está jubilado. «Muchos días me paso por el Ayuntamiento para ver si tengo algo que firmar, aunque también me suele llamar Mónica, la Secretaria». Sin embargo, hace años, cuando trabajaba, organizarse era más complicado. Agustín era gerente en una empresa agropecuaria y tenía «muchísimo trabajo», aunque, al tener un cargo alto, podía tener más flexibilidad para firmar los documentos.
La labor de Agustín González no ha pasado desapercibida. En el año 2013 cumplió 50 años como juez de paz y le hicieron un reconocimiento. Se le ilumina la cara cuando relata aquella experiencia. «Vinieron todos los jueces de Cantabria para felicitarme. Nos reunimos todos en el Ayuntamiento, donde me dieron diferentes placas, y después nos fuimos a comer. Me hizo muchísimo ilusión». Además, el alcalde de Barcena de Pie de Concha, Agustín Mantecón, quiere rendirle un nuevo homenaje dentro de poco. Aunque él prefiere «dejarlo estar», lo cierto es que sus ojos se llenan de emoción al contarlo.
En 2022 le renovaron el nombramiento –se hace cada cuatro años–, así que Agustín continuará siendo el juez de paz de su pueblo, al menos, hasta 2026. «Estoy de suerte porque, además del puesto, a mis 93 años también me han renovado el carnet de conducir». Para Agustín esto es motivo de celebración ya que, ser juez de paz le sirve para desconectar y salir un poco de casa. «Yo no soy mucho de estar por los bares. Me gusta tomarme mi café, pero nada más. Esto me ayuda a no encerrarme y a mover las piernas, porque suelo venir andando». Después de 62 años al servicio de sus vecinos, Agustín no tiene intención de dejarlo.
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