
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El silencio de cinco minutos este domingo en la plaza del Ayuntamiento de Polanco se convirtió en más de media hora. Tiempo en el que ninguna de las casi medio millar de personas que se reunieron ahí a las 12.00 horas habló en señal de respeto. Ni tan siquiera los políticos presentes, tan acostumbrados a hacer uso de la palabra, se pronunciaron. La muerte de Carlos Cubillas, 'Cubi', el joven vecino de Rumoroso de 21 años que perdió la vida en una trifulca el sábado en la estación de Boo de Piélagos, ha dejado enmudecido a todo el mundo y poco que decir hay que pueda consolar a su gente, que era mucha ante la gran cantidad de asistentes al acto en su memoria y que estaban completamente desconsolados. Abrazos entre ellos sí hubo, y muchos. Pero lo mismo, envueltos en ese silencio que simboliza y habla del vacío que deja el chaval en su pueblo. El funeral se celebrará el lunes en la iglesia parroquial del municipio.
La única que sí se dirigió a los presentes de manera muy breve desde la entrada del Ayuntamiento de Polanco fue su alcaldesa, Rosa Díaz. Quiso recordar a Carlos, que era un «crío», en el sentido más cariñoso de la palabra y refiriéndose a su corta edad. La regidora le conocía de toda la vida, le había visto crecer e incluso explicó que justo ahora estaba viviendo un momento muy feliz porque «estaba ilusionado con un trabajo −era empleado del hotel Milagros Golf Spa de Mogro− que le gustaba y se le daba bien». También Díaz quiso «condenar todo tipo de violencia», más cuando el resultado es que «pierda la vida un chico tan joven, que sólo venía de pasar una noche con sus amigos».
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Al acto, para apoyar a los familiares y allegados y como señal de respeto, también asistió una nutrida representación política tanto regional como de ámbito municipal. Entre ellos, la presidenta del Ejecutivo Cántabro, María José Sáenz de Buruaga; su antecesor en el cargo, Miguel Ángel Revilla; la presidenta del Parlamento, María José González Revuelta; la delegada del Gobierno, Eugenia Gómez de Diego; varios consejeros y exconsejeros; el alcalde de Torrelavega, Javier López Estrada; y el de Piélagos, Carlos Caramés, que es donde murió el joven. Ninguno de ellos dijo nada, al menos de palabra, pero sí de gesto. Todos guardaron silencio con rostro afligido. La presidenta de Cantabria en concreto se mostró especialmente afectada y no pudo reprimir sus lágrimas ante la madre de la víctima, familiares y amigos, que eran muchos a tenor de la gran cantidad de jóvenes de la misma edad de Carlos que había presentes en la plaza. Completamente destrozados.
El acto en la plaza de la Casa Consistorial, que tenía todas sus banderas ondeando a media asta, comenzó a las 12.00 horas, justo el momento en el que terminaba el día de luto oficial decretado el sábado por el Ayuntamiento de Polanco. Y aunque la regidora sólo pidió cinco minutos de silencio, estos se prolongaron hasta superar la media hora. Después, la gente comenzó a marcharse del punto de encuentro muy lentamente y a cuentagotas, y todos sin romper ese silencio prolongado que sólo se veía perturbado por los llantos de la madre de Carlos.
Tampoco cuando se veían entre conocidos mediaba palabra alguna, sólo abrazos que parecían querer rivalizar en duración con ese imperturbable silencio que no encontraba fin. Incluso el pueblo estaba sin habla más allá de la plaza del Ayuntamiento. La vida estaba parada en Polanco este domingo, estancada. Hasta en las terrazas de los bares donde se congregaron los asistentes después del acto en memoria del vecino de Rumoroso hubo poco tema de conversación. Aunque el luto oficial tocara a su fin una vez transcurridas 24 horas, la realidad es que hará falta mucho más tiempo para cerrar unas heridas que nunca terminarán de cicatrizar del todo para los que deja atrás Carlos. El lunes será la despedida final, con un funeral que comenzará a las cuatro de la tarde en la iglesia parroquial. A continuación, tendrá lugar su incineración en el crematorio municipal de Río Cabo.
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Ana del Castillo
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