Las tripas de una cabalgata increíble
Santillana. ·
El Diario Montañés acude a uno de los últimos ensayos del Auto Sacramental de la villa, reconocido como Fiesta de Interés Turístico NacionalSecciones
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Santillana. ·
El Diario Montañés acude a uno de los últimos ensayos del Auto Sacramental de la villa, reconocido como Fiesta de Interés Turístico NacionalMila empezó, siendo una cría, yendo a buscar los bocatas para las costureras. Hace ya casi cincuenta años de aquello. Lo cuenta mientras enseña los pañuelos que deben coser a mano para convertirse en turbante de los antorcheros. En total, 180. Treinta más que el ... año pasado. Eso, para las del hilo y la aguja, supone túnicas nuevas. Además, hay que pintarles la cara. «Son más porque no queremos que se quede ningún crío sin salir», dice Ángel. Es curioso lo suyo. El año que le iba a tocar hacer de alcalde en una de las escenas tuvo que ponerse al frente de los ensayos. Y en eso sigue, compaginando ahora la labor en la Cabalgata con la Alcaldía. Pero la de verdad -no en una escena-. Madalén («como pongas Magdalena te acuerdas») hizo de angelito a los seis años. «Ayudaba a preparar cafés y meriendas». Menos de San José, ha hecho de todo en medio siglo. Igual que Arturo, que puede contar lo que hacía su padre y lo que hacen sus hijos para el festejo. Y así un año, otro, otro más... Los carteles de cada edición están colgados en las paredes de la planta baja del 'Matadero'. El nombre oficial es 'Sede de la Asociación de la Cabalgata', pero al pequeño edificio junto al del Museo de Jesús Otero todos lo llaman así. 'El mata'. Allí están los trajes. Cosidos, planchados y etiquetados. Con el nombre del que lo llevará puesto. También están las fotos de Antonio Niceas, el cura que puso en marcha todo esto a finales de los cincuenta, y de Primo Gómez, 'Primín', uno de los que más tuvo que ver en que fuera lo que hoy es. «Falleció hace poco», dice alguno con tono de homenaje mientras cuentan historias y sueltan nombres y más nombres. Orgullosos de hablar de algo suyo. Porque el Auto Sacramental y la Cabalgata de Santillana del Mar es justo eso. Algo muy del pueblo, muy suyo, que este viernes compartirán con miles de personas.
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Es martes y quedan cabos sueltos. En una sala del Jesús Otero se escuchan voces. «A ver, una persona se tiene que ocupar de los estandartes». «Hay que mirar si hay pallets». «¿Cuántas antorchas tenemos al final?». Son unos quince y a veces discuten con el tono que da la confianza. «Que no os preocupéis, hombre», se escucha por encima del resto a Ángel Rodríguez, alcalde de Santillana y voz cantante en la Cabalgata. «Al final todos los años discutimos de lo mismo», bromea con los periodistas de El Diario que tienen el privilegio de ver todo esto por dentro.
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De ver, por ejemplo, la sala en la que ya aguardan algunas de las carrozas, las banderas, los estandartes... O de entrar al 'Matadero', donde relucen los cascos dorados de los que se encargan de la escena del Edicto Romano. Hay muchas cosas. Son casi seiscientas personas las que participan. Los antorcheros, los 36 portadores de carrozas reales, los cincuenta abanderados, las cuarenta hebreas, los nueve angelitos, los doce pastores en el portal... Todos del pueblo o «que viven fuera ahora, pero que vuelven expresamente estos días para participar». Otra vez ese espíritu de tratar con algo muy suyo. «¿Tenemos a alguno que sepa francés?», dicen entre risas. Este año, además de la 'San Celedonio', vendrán también los músicos de la banda municipal de Le Dorat (Francia), el pueblo hermanado con Santillana.
A mediados de octubre ya empezó el trabajo y desde primeros de noviembre, los ensayos. Unas treinta personas tienen papel con texto en las escenas (diez del Auto Sacramental, que empieza a las 17.20 horas, y otras cuatro en la Cabalgata, a partir de las 20.00). «Primero son dos días a la semana, cuando se acerca la fecha son tres y ya estos días casi a diario». Sin olvidar que siempre hay alguno que tiene un examen, otro que se pone malo, una que está de viaje... Quedan en el colegio Santa Juliana, que tiene un recinto interior circular muy adecuado. Pero luego toca salir a la calle, al patio. Eso es clave para entender lo que hacen en Santillana. La voz es lo principal y hay que probarla a cielo abierto. De noche, con el frío de diciembre. Con mucha gente escuchando. El tono lo es todo.
-¿La Nochevieja?
-Bien.
-¿Y las cuerdas vocales?
-Bien, tranquilo.
Es la conversación de Ángel al cruzarse con uno de los chavales que tiene papel este año. Están en los últimos ensayos y van a repasarlo todo. «Empezamos desde la primera. Haces los cinco pasos, te paras y hablas». Lo que será la Anunciación del Ángel San Gabriel en la Plaza del Abad Francisco Navarro se gesta en la pista del colegio. «Salve, el Señor es contigo...». En un minuto de escucha es fácil darse cuenta de lo más importante. Los chicos tienen que interpretar, hacerlo creíble. Pero, sobre todo, tienen que hacerlo en tono elevado y, a la vez, vocalizar para que se entienda perfectamente lo que dicen. Por eso vocean despacio, hacen numerosas pausas y fuerzan un peculiar acento que suena a Santillana. «He aquí la sierva del Señor. Háganse en mí conforme a tu palabra».
Ángel dirige. «Tienes que subir un tono más», «si te da la tos no te preocupes», «que parezca que estás enfadado»... Si falta alguno («fulanito tiene covid», se escucha en el grupo), el propio alcalde hace su papel en el ensayo (se lo sabe casi todo de memoria). El encuentro de San José y La Virgen en la carpintería, el de San José y Elleicer en la calle del Cantón... La escena de la Hebrea que solicita a los Reyes Magos la curación para su hijo en la calle Santo Domingo es todo un despliegue de vozarrones. La chica está en lo alto de una balconada que da al patio exterior del colegio y los tres Magos (el papel más codiciado entre los chavales de la villa) se colocan uno en cada esquina, bien lejos. Lo más parecido posible a lo que harán este viernes ante miles de personas. Tiene mérito que se les escuche y, más aún, que se les entienda.
Es ya noche cerrada y, fuera del colegio, hay turistas viendo las luces por las calles. Queda tarea hasta el viernes. «A mí -dice Mila y sirve para acabar este texto- esto me gusta porque estás en contacto con los del pueblo, con todas las generaciones. Es una ilusión para los de aquí».
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