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J. GANGOITI / N. CAVIA / J. C. ROJO
Santander
Martes, 23 de mayo 2023, 02:00
Consternación, incredulidad y pena. Compañeros, amigos y conocidos se debatían ayer entre sentimientos por la muerte de Raquel Gutiérrez Lucio después del fatal accidente que sufrió cuando andaba en bicicleta el pasado domingo en Villayuso de Cieza. «Era la mejor persona del mundo, aunque suene ... típico, pero era la verdad», cuenta Melisa, una amiga personal. «Era una compañera muy agradable, como su marido. Los dos eran muy queridos en Santiago de Cartes», la localidad donde residían.
Raquel tenía 45 años. Era natural de Reinosa, hacía tiempo que se había mudado a Santiago de Cartes, donde vivía junto a su marido, Jesús Manuel Fernández 'Chuma' -conocido en el mundo de la bicicleta- y su hija Jana, de 17 años. Había pasado 23 años trabajando en supermercados Lupa y destacaba por su discreción, su amabilidad y su amor por el deporte y la naturaleza.
Ayer en el bar La Tasquina, situado en los bajos del número 1 de la calle Garoja de Santiago de Cartes, el edificio en cuyo ático vive la familia, los vecinos comentaban lo sucedido. «No se entiende cómo ha podido tener tan mala suerte», lamentaban.
El siniestro sucedió en torno a las doce del mediodía del domingo, cerca del casco urbano de Villayuso de Cieza. Un todoterreno circulaba hacia el alto de Piedrahita en una zona con mucha pendiente cuando, superado el puente sobre el río Cieza, se encontró «en una curva muy pronunciada y con poca visibilidad» a un matrimonio que circulaba en bicicleta. Ella se asustó, perdió el control y cayó sobre el asfalto para impactar después contra los bajos del vehículo. Las heridas que sufría eran de extrema gravedad y murió poco después en el Hospital Valdecilla de Santander.
«Es una triste desgracia que le suceda a una persona tan joven y que era tan extraordinariamente amable con la comunidad», contaban en los alrededores del bar, que los lunes permanece cerrado. «Era también muy discreta, no le gustaba llamar la atención ni para bien, ni para mal, pero siempre que la necesitabas, estaba allí para ayudar», cuentan en el pueblo.
Amaba la naturaleza y las rutas de montaña. Acostumbraba a realizar senderismo con raquetas de nieve en Alto Campoo, porque era en origen vecina campurriana «y lo llevaba en la sangre». Quienes la conocían destacan su «optimismo contagioso» y los que coincidieron con ella con la bicicleta opinan lo mismo: «Tenía un trato excelente y era una gran persona».
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Ayer en el supermercado Lupa de la calle Garcilaso de la Vega, en Torrelavega, la esquela de Raquel presidía la entrada al establecimiento. Allí había pasado sus últimos ocho años de trabajo en la cadena cántabra de supermercados. «No nos creemos que haya pasado esto. Era la persona con mejor corazón que conocíamos», expresaban sus compañeras. «Podríamos definirla, literalmente, como la bondad personificada», añadían entre lágrimas.
«Aquí somos como una familia. Es una gran pérdida que deja mucha pena porque era una persona extraordinaria», indicaban sin consuelo posible las trabajadoras del supermercado.
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