La energía vital de la central de Aguayo
Ampliación de la central ·
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Ampliación de la central ·
Los veteranos de Alsa coinciden en destacar el impulso en todos los sectores que para Bárcena de Pie de Concha supondrán las obrasEl pico Jano, el más emblemático monte del valle de Iguña, acoge una de las instalaciones energéticas más llamativas de Cantabria. Enclavados en San Miguel de Aguayo se sumergen en el paisaje dos embalses con una historia que ronda los cien años, el del Alsa y el de Mediajo. Como el dios Jano, miran hacia un pasado glorioso y un futuro esperanzador marcado por un proyecto de ampliación -Repsol invertirá 700 millones- que se espera devuelva el esplendor a poblaciones como la de Bárcena de Pie de Concha, que ya vivió su particular fiebre del oro con las obras que se realizaron en los años 80.
La construcción del primer embalse se remonta al año 1920. El objetivo era la producción de energía hidroeléctrica, aprovechando los más de 20 hectómetros cúbicos de capacidad. Las necesidades de energía crecían con los años y para incrementar la capacidad de esa primera presa se proyectó su ampliación, construyendo un segundo embalse metros arriba, en el Mediajo de Jano, a más de mil metros de altitud. La capacidad del nuevo embalse es de 10 hectómetros cúbicos y su situación, por encima del original, obligaba a introducir un sistema de bombeo de agua desde el propio embalse de Alsa. Se aprovechaba, y se aprovecha, para ello las horas de baja demanda energética, para producir energía hidroeléctrica en horas punta.
Corría el año 1981 cuando la compañía Electra de Viesgo ponía en funcionamiento el embalse superior y la central de bombeo. Desde entonces la presión del agua que se desplaza del embalse superior al inferior se transforma en energía que hace posible la operación a la inversa. Una bomba retorna el agua al embalse superior para volver a producir más energía y más energía.
Muchos vecinos de Bárcena de Pie de Concha trabajaron en esta última ampliación y recuerdan una época de esplendor para toda la comarca. Y también de condiciones muy duras de trabajo. El proyecto que multiplicaba la potencia de esa central hasta los cerca de 400 MW multiplicó la riqueza en el valle. Los restaurantes y bares no daban abasto, no quedaban casas por alquilar, los autobuses no paraban y el movimiento de gente era constante en las calles de Bárcena, el lugar desde el que se accedía principalmente a las instalaciones.
Alejandro Robles fue responsable de la central en aquella época. Había nacido en Quijas en 1945 y se incorporó a Viesgo en 1972. Tras haber sido jefe de otras centrales en Asturias, dos años más tarde inició su etapa en la central de Torina-Aguayo, hasta 1998.
Durante su mandato se construyó la central de Aguayo, cuatro años que concluyeron a mediados de diciembre de 1981, cuando se puso en marcha el primer grupo de producción de energía. Recuerda que eran cerca de 500 personas las que trabajaban entonces en la obra, en distintas contratas con cometidos concretos. Algo que repercutía en el valle, en la riqueza que generaba tanto empleo para todos los sectores. Robles se encargaba del correcto mantenimiento de las instalaciones, del control de los procesos, de la organización del personal, y eso le llevó a tener que afrontar las «normales averías de una instalación nueva».
Vivía y vive en una casa cedida por Viesgo junto a la central. Desde allí dirigió las tres centrales y dos subestaciones, entre ellas la de Los Corrales de Buelna. «No parábamos, día y noche». Recuerda perfectamente la historia de las tres centrales del valle, «la más antigua, la central de Besaya, de 1906, central convencional de 2 MW de potencia. En 1917 comenzó la construcción de la central de Torina, de 5 MW. Y la tercera, la de bombeo, se inauguró en 1981, con una potencia de 400 MW prácticamente».
Luis González Conde nació el 3 de marzo de 1935 en San Miguel de Aguayo. Empezó a trabajar en Viesgo el año 1969, siempre como encargado de vigilar el estado de las instalaciones. Fue una de las personas que residió en las casas construidas junto a los embalses, tres viviendas que ocupaban algunos de los empleados. Para él fue una etapa de «muchas calamidades, un trabajo que me hacía estar disponible a todas horas, fuera la hora que fuera, a veces con nevadas terribles», recordaba. «Las pasé canutas».
La dureza del clima en aquellos tiempos le obligaba a pasar una larga temporada casi «encerrado» en Alsa junto a su mujer. Tanto es así que a la hija la enviaron como interna al colegio de Madernia, en Molledo. «Entonces había dos estaciones, la del invierno, prácticamente de octubre a abril, allí encerrados, y la de verano, de mayo a septiembre, donde la vida resurgía con más movimiento e, incluso, muchos pescadores entre los que hice algunas amistades».
Tal era la crudeza que cuando se mujer le necesitaba para algo tenía que tocar una corneta como aviso. Para el resto, funcionaba un teléfono por línea privada entre las centrales.
Cesáreo García Iñán nació en Pando (Molledo) en 1944. Entró a trabajar en 1974, apenas iniciadas las obras de ampliación. A los pocos años le propusieron hacerle fijo en la empresa trasladándose a Guardo, para depender de la central térmica de Velilla del Río Carrión (Palencia) que también pertenecía a Viesgo. Pero consiguió quedarse en Cantabria aprovechando que tenía carné de conducir para la carroceta. Acababa de terminar su casa en Pando y con cuatro hijas «me partían por la mitad si tenía que ir». Logró quedarse en el valle y al poco le hicieron fijo, siempre en funciones de mantenimiento de las instalaciones. Siempre conduciendo la carroceta, que en invierno añadía una cuña en la parte delantera para quitar la nieve de los caminos. Especialmente cuando terminaron las obras y de 500 trabajadores quedaron apenas 30, «con lo que nos tocaba hacer cualquier relevo que se necesitaba». Cuando hacía malo, cogía la carroceta y al final del turno se iba a su casa. A la vuelta aprovechaba para limpiar de nieve las carreteras.
Cesáreo recuerda especialmente el afán por garantizar la seguridad durante la ampliación de las instalaciones. «No recuerdo que pasara nada grave, apenas algunos accidentes menores».
Ramón Basurto nació en 1953 en Pie de Concha y se incorporó a las obras de la ampliación el 6 de agosto de 1978 como encargado especialmente del mantenimiento de vehículos. Recuerda aquella etapa como «próspera, con mucho movimiento de gente», pero también de «condiciones muy duras de trabajo». Como sus compañeros rememora el mal tiempo de un invierno que se hacía muy largo y duro.
Alejandro Robles sonríe cuando sus compañeros de jubilación recuerdan el mal tiempo. «En invierno teníamos dos palas excavadoras para abrir caminos, pero aun así no dábamos abasto, con lo que se establecían turnos para cubrir jornadas completas haciendo noche en lo alto para dar servicio 24 horas seguidas».
Basurto fue uno de los trabajadores que al término de la obra se fue a Guardo, donde se encargó del servicio eléctrico hasta que se prejubiló. «Allí estuve muy bien, esto de aquí era muy malo, las condiciones no tenían nada que ver, allí en cambio todo era muy distinto, mucho mejor».
Los cuatro, Alejandro, Luis, Cesáreo y Ramón coinciden en que la proyectada ampliación reverdecerá los antiguos laureles de Bárcena de Pie de Concha y toda la comarca. «No será lo mismo, pero, sin duda, devolverá la vida a Bárcena porque la obra civil será muy importante», decía Robles. González Conde afirma que «la ampliación me parece una gran idea que se notará en toda la comarca. Parece que están muy convencidos y si es lo que dicen será una gran obra para todos». García Iñán reconoce que «me encantaría ver la ampliación, pero la obra seguro que irá para largo. Será algo buenísimo que dará trabajo a mucha gente durante años. Bárcena de Pie de Concha se recuperará y toda la comarca, no tanto como entonces, pero seguro que se notará». Basurto señala que «la primera obra ya fue muy interesante y supuso un gran movimiento en el pueblo para todos los ámbitos y se supone que será algo muy parecido ahora, una gran noticia».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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