El lobo vuelve a atacar en Campoo de Suso y Retortillo

Lucía Coira, una joven ganadera de 20 años natural de Barrio, en la Hermandad de Campoo de Suso, despertó en la mañana del pasado domingo al oír la señal de alarma de su abuela, María Antonia Muñoz, que en el intermedio de su paseo rutinario se encontró con la desagradable sorpresa de que los lobos habían «atacado a nuestra burra», lamentaba la mujer.

La tristeza por ver el estado del animal todavía la invadía porque Catalina -que así se llama la burra- es un animal muy querido por ambas, además de una acompañante fiel que estaba destinada a desfilar este próximo domingo en el Día de Campoo, pero ahora tendrá que centrarse en su recuperación debido a las heridas causadas por el lobo. «Teníamos organizado el desfile con la burra, pero su estado no se lo va a permitir», insiste Coira, que además puntualizó que las grandes heridas se sanan bien con cardos de arzolla, una planta que cicatriza muy bien, pero que lo que más les preocupa son las infecciones que transmiten las mordeduras de los lobos.

La Hermandad de Campoo de Suso es uno de los municipios de Cantabria más afectado por los ataques del lobo, y en Barrio están ya tristemente acostumbrados a estos episodios. «Por suerte separamos a la cría unos días antes; si llega a estar no se hubiera librado», declara la joven ganadera campurriana a El Diario Montañés, lamentando que su animal no le pueda acompañar el Día de Campoo, una fecha muy señalada en el calendario para toda la familia. «Es uno de los días más importantes para mí, pero ya no va a ser lo mismo, porque Catalina se tendrá que quedar en casa recuperándose; el disgusto no me lo quita nadie» lamenta la joven, aunque al mismo tiempo celebra que el ataque no haya acabado con la vida de la burra.

Al mismo tiempo que María Antonia Muñoz realizaba su rutinario paseo por Barrio, en el municipio vecino de Campoo de Enmedio, David Fernández, un ganadero de Retortillo, visitaba a los pequeños potros de sus fincas para asegurarse de que todo estaba correcto, ya que son los que «más ataques sufren». A diferencia del caso anterior, Fernández no vio ningún animal herido, pero si notó la ausencia de uno de sus jóvenes ejemplares, una potra que, tras buscarla durante un día entero, apareció el pasado lunes junto a un arroyo en unas condiciones pésimas, con importantes heridas en el rostro y el cuerpo. «Se me cayó el alma al suelo al encontrarla», asegura el joven, que se vio obligado a llamar al veterinario para acabar con el sufrimiento del animal.

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