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En La Herradura, justo en la rotonda de Espinilla, la cocinera, Marina Argüeso, no para de cortar rabas, que va depositando en un enorme recipiente. «No sé cuántos kilos son: estoy preparando todo lo que nos han traído, más lo que tenemos adelantado para no ... quedarnos cortos. Estamos preparando las cosas para que este fin de semana no falte nada».
La copiosa nevada que cayó el miércoles, además de cubrirlo todo con su manto blanco, parece haber despertado a la comarce, y el ritmo se ha acelerado desde que Alto Campoo anunciara su apertura, este viernes. De la misma manera que la estación de esquí es capaz de ponerse en marcha de un día para otro, todos los negocios que de alguna manera se benefician de esa actividad y de la llegada de visitantes también son capaces de pasar de cero a cien en cuestión de horas.
El restaurante La Herradura es uno de ellos. Detrás de la barra, Germán Bernaquia explica cómo cambian las cosas. «Sin duda, se trabaja mucho más. Este es uno de los sitios que sigue abierto en invierno por la nieve. En verano se trabaja bien, pero en invierno todo se queda muy parado hasta que comienza la temporada de esquí: si el día es bueno, hay una buena nevada y es fin de semana, no damos abasto; si ahora somos cuatro, los fines de semana buenos trabajamos seis. Los turnos de comida se duplican y se triplican, aquí y en todos los sitios de la zona».
La influencia de la estación invernal se hace más palpable cuanto más cerca se está de ella. En Abiada, el bar, restaurante y alojamiento La Cotera ya está recogiendo reservas de comidas y habitaciones. Lo cuenta una chica de nombre sinfónico: Selina Wagner Schubert. «La gente que viene de fuera tiene ganas de nieve y están preguntando cómo está el tema. Los fines de semana, por lo general, tenemos el comedor lleno, pero con nieve se nota bastante más, que doblamos mesas. Y ya tenemos habitaciones reservadas para la próxima semana».
«Aquí tenemos dos temporadas altas: la del verano, con las casas rurales, que viene mucha gente, y la de invierno, con la estación de esquí. Llegan de Santander, de Madrid, bastantes franceses... Vienen a ver las montañas, la nieve... Hay más movimiento».
Óscar Ruiz
Alquiler Brañavieja (Alto Campoo)
Federico Lamadrid
Cafetería Vejo (Reinosa)
Ese influjo tan palpable a unos cuantos kilómetros de Brañavieja se hace evidente junto a la estación. El trabajo de casi medio millar de personas depende directamente de ella, entre los empleados de Cantur y los de los negocios que se encuentran al lado y que levantan la persiana cuando arranca la temporada de nieve.
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Justo la víspera, Óscar Ruiz daba los últimos retoques en su establecimiento, Alquiler Brañavieja, preparando el material y planificando la actividad de su escuela de esquí. También tiene intención de ampliar el negocio con una cafetería.
Aún mantiene vivo el recuerdo de la temporada pasada, extraordinaria. «De 151 días, solo estuvo cerrado nueve o diez. Se dieron todas las condiciones: pudieron hacer bastante nieve porque entró el anticiclón, los cañones funcionaban por la noche y se trabajó muy bien, fue una temporada muy constante. La gente no quiere dos metros de nieve, lo que quiere es treinta centímetros y sol».
Si el año pasado empezó en noviembre, este no ha nevado hasta esta semana. Alto Campoo no es como cualquier estación de Pirineos, con nieve prácticamente asegurada y donde se pueden hacer planes. «Esta es una estación complicada, y es difícil vivir así: ahora mismo somos treinta profesores en la escuela de esquí, más otras cuatro o cinco personas atendiendo aquí. A la gente no la puedes bailar, decirles mañana ven y pasado no. Aquí nunca se sabe y trabajamos así: ¿que abre la estación? Pues abrimos también. ¿Que cierra por el viento? Pues igual. Lo que no perdemos es la ilusión, pero ahora mismo sí que estamos en ese momento de nerviosismo, de ver si nos deja trabajar esta nieve».
Germán Bernaquia
La Herradura (Espinilla)
Selina Wagner
La Cotera (Abiada)
Un estudio de la Universidad de Cantabria cifra en nueve millones de euros el impacto de la actividad de Alto Campoo en la economía regional, y para la comarca, que recibe buena parte de esa lluvia de dinero, es una bendición. «La nieve siempre ha sido un gran recurso económico y lo seguirá siendo. Y ahora que la industria ha disminuido es aún más importante», opina Federico Lamadrid, al frente de la cafetería y confitería Vejo, en Reinosa. Él, como todos, está pendiente del tiempo: «Nos interesa para hacer previsiones de producto y de contratación de personal. Los fines de semana, cuando hay nieve, el trabajo aumenta considerablemente».
Lo saben mucho mejor en el vecino hotel Vejo. Su directora, Nieves de Pablo, calcula que, en temporada, los esquiadores pueden llegar a suponer el 80% de los huéspedes de fin de semana.
Nieves de Pablo
Hotel Vejo (Reinosa)
«En el momento en que la actividad industrial disminuye, han ido creciendo mucho por la zona pequeños negocios de autónomos: el que tiene un bar, una posada, un albergue o un alojamiento rural. Si para nosotros es muy importante, no te digo nada para los establecimientos que están en la subida a Alto Campoo: para ellos es la vida, y no digo media vida. Es vital».
Según De Pablo, la nieve beneficia a casi todo el mundo. «Si le preguntas a una mujer mayor que tiene que salir de su casa a comprar el pan, pues lógicamente le fastidiará mojarse y puede tener miedo de resbalar... pero a lo mejor esa misma señora tiene un nieto que es monitor de la estación de esquí. Para nuestro hotel es muy importante... y para el de la Coca Cola, que venderá más cocacolas, y el panadero, que venderá mucho pan. Y yo voy a contratar camareros extras, y rueda esa bola que tiene que rodar para que a todos nos toque algo».
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