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Lo que podía haber sido una tragedia se quedó afortunadamente en un susto. Porque el joven de 35 años, vecino de Reinosa, que desapareció el pasado lunes en los acantilados de Liendo cuando cayó al mar tras un fallo en su vuelo de parapente, pudo ... alcanzar a nado la orilla y ponerse a salvo por su propio pie tras escalar el acantilado. Poco antes de que el amplio dispositivo que había montado el 112 en la zona comenzara su búsqueda. Ayer lo contaba valorando el lance como un susto que a partir de ahora lo ayudará a «valorar más los riesgos que tienen algunos sitios para practicar este deporte».
Víctor Ibáñez salió de trabajar el pasado lunes de la fábrica de Gullón, pasadas las dos de la tarde. Condujo su coche hasta los acantilados de Liendo, donde le esperaba una cuadrilla con la que suele compartir su afición por los vuelos en parapente, y cuando los compañeros se encontraban en la pausa para la comida, él decidió lanzarse al aire para disfrutar del vuelo.
«Entonces algo comenzó a ir mal. El viento que soplaba en los primeros diez minutos y que me había ayudado a coger altura, fue aflojando poco a poco; y cuando me quise dar cuenta, ya no había espacio para regresar a tierra», cuenta él mismo. Así que permaneció incomunicado durante horas: «No sé qué pasó exactamente, pero el viento dejó de soplar. No estaba tan lejos de la costa, pero lo suficiente para no poder aterrizar por encima del acantilado. Entonces vi una zona que no estaba mal para bajar y allí me quedé, a pocos metros de la costa, no muy lejos de las rocas».
Nadó como pudo hasta tocar tierra porque por fortuna para él había buena mar. La tensión llegó cuando el cordaje del parapente se le enrolló en los pies. «Me dificultaba la nadada, pero como no estaba muy lejos de tierra pude llegar bien», cuenta.
Luego se desprendió de toda esa carga y escudriñó el acantilado para encontrar una vía de ascenso. «Estaba muy, pero que muy complicado». Más bien peligroso. Ascender por una pared rocosa en una zona donde no hay caminos se antojó bien complicado. «La roca se desprendía en algunas zonas, incluso». Pero quedarse allí parado, mojado y junto al mar, no era buena idea. «No podía pasar la noche allí con todo empapado». Así que se armó de valor y comenzó el ascenso como buenamente pudo. «Lo pasé mal en algún tramo porque además, si caías, no iba a ir a parar al mar, sino a las rocas del fondo», recuerda.
Cuando llegó arriba ya había caído la noche. Totalmente desorientado, caminó hasta encontrar una casa iluminada. «Pensé que viviría alguien, que podría contarle mi aventura y que me ayudaría». Así fue. Ese vecino lo subió a su coche y ambos estuvieron dando vueltas por la zona con el ánimo de encontrar el vehículo que Víctor había dejado aparcado horas antes.
Sin él saberlo, hacía tiempo que sus amigos habían solicitado los servicios de rescate del 112 ante el temor de que hubiera sufrido un accidente visto que no regresaba con ellos. Hasta la zona se llegó a desplazar un equipo del servicio de drones, la Guardia Civil, Cruz Roja, un helicóptero y Salvamento Marítimo. Acudieron la consejera de Presidencia, Paula Fernández, y la directora general de Interior, Jezabel Morán.
Todo estaba montado para que el operativo comenzara la búsqueda por mar y tierra cuando Víctor apareció en coche. Alguno de los amigos no podía creer la suerte de su compañero, porque muchos habían hecho las peores cábalas.
«Se extrañaron mucho y al tiempo se alegraron, porque ya pensaron que me había pasado algo grave y que a saber qué había sido de mí», evoca el reinosano, que lleva meses realizando este deporte que no tiene por qué ser considerado de riesgo. «No lo es, sólo que hay que tener cuidado con el suelo sobre el que estás. No es lo mismo que pierdas el aire sobrevolando arbustos que lo hagas en el mar. A partir de ahora voy a tener mucho más cuidado de sobrevolar suelo firme», aclaraba ayer.
De todo el accidente apenas le quedan unas magulladuras producidas por los tirones del cordaje del parapente. «Al final, con suerte y mucho cuidado, no me hice daño en el ascenso del acantilado, pero el parapente tiró fuerte cuando caí al mar. Eso es lo único que me duele un poco, pero por lo demás nada importante».
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