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A punto de cumplirse una semana del hallazgo de su cabeza dentro de una caja en Castro Urdiales, ni un sólo dato permite desentrañar qué pasó con el cadáver de Jesús María Baranda y dónde puede encontrarse. De manera meticulosa, la Guardia Civil prosigue ... la búsqueda de los restos de este jubilado de 67 años asesinado presuntamente por su pareja, Carmen Merino, de 61, que permanece encarcelada en el penal de El Dueso por orden judicial. Ante el mutismo de la mujer, los agentes examinan todos los posibles escenarios y poco a poco amplían el círculo: han rastreado un río donde fuentes conocedoras del caso afirman que sería muy complicado deshacerse de un cuerpo debido a su escaso caudal, unos terrenos propiedad de la víctima en Sámano y este jueves se dirigieron al vertedero de Meruelo donde preguntaron por su modo de procesar la basura. Si alguien hubiera arrojado los restos en bolsas a un contenedor de residuos, hubiera resultado complicado que pasara inadvertido: todos los desperdicios circulan por una cinta transportadora ante varios trabajadores encargados de su cribado.
Los agentes retiraron también la cinta que ha mantenido acordonada durante toda la semana la entrada al piso del hombre asesinado en Castro. Allí residía con él la presunta autora. Y allí se han centrado todas las miradas durante estas jornadas a la espera de que se abriera como un libro y mostrara alguna pista del macabro asesinato.
El Equipo Central de Inspecciones Oculares ha puesto fin a cuatro días de intenso rastreo en el domicilio de la calle Padre Basabe, donde se ha peinado hasta el último milímetro. Desde las habitaciones hasta los desagües. Descartada la hipótesis de que allí se guardaran otros restos humanos, queda por ver si los expertos han detectado algún indicio de que Jesús Mari fuera asesinado en su casa, y de que su cadáver hubiera sido descuartizado también en ella. «Han sacado muchas bolsas. Deben haber encontrado varias pruebas», certificaron fuentes de la investigación.
Dos de las jornadas -las del martes y el miércoles- resultaron maratonianas. El equipo llegó a las ocho de la mañana y terminó a las diez y media de la noche. Son cinco agentes los que han examinado cuarto por cuarto, esquina por esquina, hueco por hueco toda la vivienda. Incluso hubo un sexto colaborador, el perro Marley, cuyo olfato ya se ha demostrado infalible para encontrar restos biológicos en otros crímenes.
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Él recorrió una y otra vez los cerca de 80 metros cuadrados del inmueble, a lo que hay que sumar el trastero. «Si hay un rastro de sangre, o de algún fluido que pueda dar alguna pista sobre lo que aquí haya podido pasar, lo va a encontrar», certificaba la Guardia Civil a principios de semana, cuando el animal de rizos color canela entraba y salía del inmueble.
El equipo ha sido desplazado desde Madrid. Está bregado en búsquedas. Este jueves los especialistas abrieron el portón de su furgoneta blanca, aparcada frente al inmueble de la pareja, y recogieron todo su material de trabajo, que consiste en interpretar el presente para saber qué ocurrió en el pasado. Exactamente hace siete meses, cuando se tuvo la primera sospecha de la desaparición de Jesús Mari. Los resultados de su investigación irán a engrosar la instrucción del caso y, con un poco de suerte, permitirán aclarar algunos de los interrogantes de este asesinato.
Las hipótesis sobre el paradero del cuerpo de Jesús Mari Baranda son tantas como se puedan imaginar. Algunas de las lanzadas por el entorno de la víctima o entre el vecindario se antojan disparatadas. Lejos de todas ellas, la Guardia Civil sigue una pauta. Y en ella siempre aparecen los vertederos de basura.
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Por eso, el instituto armado se puso en contacto el pasado miércoles con Joaquín Pérez, director general de Tircantabria, la empresa que gestiona el vertedero de Meruelo. «Llamaron y nos preguntaron por el modo en que trabajamos y sobre la posibilidad de que hubiéramos obviado por accidente un contenido biológico de este tipo. Pero ya les expliqué que es prácticamente imposible por la manera en que operamos», certifica el experto. Y de haber sido así, cualquier resto estaría ya destruido siete meses después de la fecha en que Jesús Mari desapareció y presuntamente murió.
La única certeza hasta el momento es que el jubilado de origen vizcaíno dejó de ser visto y de reunirse con sus amigos o sus familiares el pasado febrero, y un mes después su pareja le entregó a una amiga un paquete con su cabeza dentro. Iba dentro de una caja envuelta en papel de regalo -posiblemente para disuadir a su amistad de que la abriera en algún momento- y previamente había sido hervida y tratada con químicos para descarnarla y evitar el mal olor. A su allegada le dijo que eran juguetes sexuales. Todo saltó por los aires en la madrugada del viernes al sábado pasado, cuando la depositaria decidió mirar en el interior ante el mal olor que desprendía.
Aún con todo, tres miembros del equipo de investigación se personaron este jueves en Meruelo, recorrieron las instalaciones y comprobaron de primera mano el día a día en la planta. «Lo primero que se hace aquí es una separación física de la basura. Los restos biológicos caen por un agujero de 90 milímetros. Eso ya es una criba importante», comenta Pérez. De hecho, descartaría que cualquier miembro humano hubiera terminado en el vertedero.
«Todo lo que no entra por ese orificio se analiza y se procesa también, y lo que entra pasa por unas cintas transportadoras, cada una de las cuales es gestionada por al menos siete u ocho personas. ¿Podrían haberlo ignorado ocho personas? Creo que es muy complicado», dice. «En estos años hemos tenido las desgracias de encontrar bebés. Y en las épocas de crisis, cabezas de ganado. Quiero decir que estamos acostumbrados a que ocurran cosas y no es tan fácil que algo inusual pase el proceso sin que salte la alarma».
Los huesos pueden hablar. Por eso, para los investigadores resulta fundamental la búsqueda de los restos del jubilado vizcaíno. Bien es cierto que los agentes no parten de cero: disponen de un cráneo que confirma que Jesús Mari no está desaparecido, sino muerto, y una sospechosa detenida. El caso ya existe y avanzar en él es cuestión de tiempo.
Sin embargo, según fuentes especializadas, localizar el resto del cuerpo, o el mayor número posible de secciones, es clave para completar el relato del atroz crimen en ausencia de una confesión. «Por ejemplo, si se da la suerte de que aparezca una parte del esqueleto con cortes suficientemente reveladores como para demostrar un apuñalamiento o un trauma severo que apunte a un golpe», ilustran estas fuentes. El principal enemigo es el tiempo transcurrido desde la desaparición. «Cuantos más restos hay, más datos se pueden obtener, pero luego todo depende del deterioro que soporten». En un caso como el de Castro Urdiales, cabe pensar que «han pasado mucho tiempo y no en condiciones óptimas de conservación».
A la familia de Jesús María se le ha comunicado que deberá acudir en los próximos días a los juzgados de Castro Urdiales para una cita con el magistrado. Sus primos mantienen el teléfono operativo porque la Policía Judicial ha avisado también de que el protocolo en estos sucesos obliga a revisar cada propiedad del difunto. En este caso, son sus primos quienes conocen a la perfección los terrenos que Jesús María tenía en propiedad en el barrio de Helguera (Sámano). Presumiblemente la investigación los revisará todos.
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