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Hay relatos de terror que se viven a través de medios interpuestos y otros con los que uno tropieza y cae sin quererlo en su interior. Es el caso de María y Ana, las dos hermanas que se han visto envueltas indirectamente en el atroz ... asunto del jubilado asesinado en Castro Urdiales después de que su novia y supuesta inductora, Carmen Merino, hiciera entrega a la primera de ellas de una caja con la cabeza de Jesús Mari Baranda en su interior.
María aceptó guardar el paquete porque se lo había dado una amiga y, además, con el argumento de que eran unos juguetes sexuales. Estaba envuelto en papel de regalo. Nada hacía sospechar de que en su oscuridad brillaba la tragedia. A ella no se le ocurrió abrirlo durante meses y permaneció allí, dentro de un armario.
Hoy, María vive «un calvario inimaginable» en el que le acompañan su hermana y su cuñado. Los tres acudieron este jueves al juzgado a prestar declaración. El hombre fue luego a buscar el coche y lo acercó a la puerta de los tribunales para que ellas subieran a él. Pudo percibirse cómo la desolación enfriaba el sol de las dos de la tarde. «Un calvario». Es el comentario que surge en su entorno, en el barrio, en toda la zona de Ostende. «Lo que debe estar sufriendo esta mujer no tiene nombre», reflexiona una persona que la conoce, convencida de que la sospechosa le confió la caja con su macabro contenido «simplemente porque le tocó, porque se le ocurrió en primer lugar en vez de dársela a otra persona». Las mismas fuentes destacan el «carácter serio» de María, «una persona intachable».
Las repercusiones que ha alcanzado la desaparición y el asesinato de Jesús Mari Barandamantienen conmocionados a buena parte de los castreños. «Es un asunto muy turbio que se ha convertido además en la comidilla de toda España». Javier Gómez, un pensionista afincado en la localidad desde hace años, desgranaba su pensamiento ayer a escasos metros del restaurante Veriván, donde Jesús Mari solía acudir a tomar café o unos vinos con sus amigos.
Algunos de sus vecinos y amistades son escasamente proclives ahora a hablar con los medios de comunicación. Ya lo han dicho todo. «Deben estar impresionados y tristes. Yo tampoco tendría palabras. Aunque, por lo que he leído, suponían que a Jesús Mari le había sucedido algo, que lo matase su pareja y le cortasen la cabeza es muy duro», apunta un cliente asiduo del local.
Roberto L. comprende el silencio. En breve será jubilado y podrá dedicar todo su tiempo a los paseos por la localidad donde vive desde hace años. Ve poca televisión. Lo suyo es leer. Se trata de un hombre metafórico. Dice: «Nos han metido las cámaras en el dormitorio y en el baño». Y tira de castellano clásico para lamentar: «Se ha hecho mucho escarnio de este tema». Punto final.
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