«¿Qué tiene de malo? Está disfrutando, joder»

Y, de repente, después de haber hecho unas risas, haberse mofado de lo feo que es el padre de alguno y de ciertas alusiones a una fiesta pasada -que es de suponer que entienden los que estaban-, empiezan a caer memes en el grupo. El Diario Montañés ha podido verlos con todo detalle. Los más suaves son imágenes fijas con mensajes simples «abrazo pal amigo, balazo pal enemigo» y homófobos tipo «stop enfermos», con el símbolo de prohibido sobre los colores arcoíris internacionalmente identificados con los derechos LGTBI. En este contexto, los «me cago en dios» y los «me cago en la virgen» que se escriben aquí y allá parecen pecata minuta y eso que quienes comparten tan elevadas reflexiones están siendo educados en un entorno religioso.

Los más duros están en movimiento. Son 'gifs', vídeos de apenas unos segundos de duración, cuyo contenido es difícilmente reproducible en esta página sin herir la sensibilidad del lector que no haya acostumbrado la retina al porno más repugnante. Porque salen bebés y animales en posiciones sexuales con adultos y, detrás de esa expresión que en la denuncia ante la Guardia Civil se resumió «en imágenes de violencia extrema», hay justamente eso: memes rebosantes de sangre, con un hombre degollado ante tus ojos o una mujer que en el primer segundo está sentada tranquilamente en un sofá y al siguiente recibe un disparo en la cabeza que le hace salir disparada a ella misma del 'sticker' debido al impacto. Muy del estilo de Quentin Tarantino cuando se pone 'gore'.

Lo curioso es que la ferocidad de los vídeos, casi todos despiadados, no genera una oleada de protestas entre quienes los reciben. Se pasa de una conversación irrelevante sobre las clases al porno más deleznable sin que nadie se despeine. Apenas unas tibias frases de rechazo como «no empecéis a petar» o «qué asco» por parte de un par de contertulias pero, en general, normalidad absoluta. Incluso se hacen bromas ante un contenido sexual con un bebé como protagonista que es mejor no detallar: «¿Qué tiene de malo? Está disfrutando, joder», se mofa uno de los participantes activos en el chat.

Todo esto, y muchísimo más, con sexo muy explícito llevado al límite es lo que han tenido entre sus manos a toda hora una veintena de escolares de 15 años del colegio San José de El Astillero, reunidos en un grupo de Whatsapp denominado 4ºB, el de los alumnos de Matemáticas. Este contenido vive en los móviles junto al chat con los abuelos.

El caso ha sido denunciado por dos familias ante la Guardia Civil y el centro ha quedado en el ojo del huracán, algo que lamenta una psicóloga relacionada con el sistema educativo cántabro que, asegura, que a este colegio «le ha tocado pagar el pato» porque ese tipo de contenidos está a la orden del día, en casi todas partes. «En cuanto el adolescente tiene un móvil, puede acceder a todo. Son muy pocos los padres que están al tanto de las páginas a las que entran sus hijos y estos hijos están en edad de experimentar y de querer conocer, de hacerse los mayores. Hay que hacerse consciente», señala. Cualquiera que vea los chats investigados, tendrá difícil olvidarlos.